CAPÍTULO 22

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Ahora mismo me encuentro arrodillado en el suelo de mi habitación con todos los papeles que nos llevamos de la nave desparramados a lo largo y ancho del desgastado parquet. Trato de colocarlos en el mismo orden que tenían en la pared y, de paso, encontrarle algún sentido a este gigantesco y complicado rompecabezas, pero no me está resultando precisamente fácil. Pensaba que las pruebas que Sandra decía tener del asesinato de Verónica (perdón, mi asesinato) serían más explícitas y nos conducirían directamente hasta el asesino. A decir verdad, no esperaba encontrarme con un montón de sospechas y conjeturas imprecisas. No obstante, sigo convencido de que tiene que haber algo aquí que me ayude a confirmar o desmentir mi teoría sobre Tatiana, sólo necesito encontrarlo.

Aprovecho que Diego está duchándose para volver a sacarme mi antiguo teléfono móvil del bolsillo y dedicarle una mirada ceñuda porque... ¡Sigo sin recordar el maldito código PIN! Si lograse encender ese puñetero trasto, quizá podría averiguar algo más de aquella noche. En este momento, lo único que tengo claro es mi absoluto rechazo a creer que Jaime ha estado involucrado en mi muerte de alguna forma. «¡Por favor, Fabián, es muy importante que recuerde esto!», le suplico en mi mente. Y en respuesta a mis ruegos, algo nuevo llega a mi memoria. Aunque, desde luego, no es ni de lejos lo que esperaba.

*****

Había pasado más de una hora desde que Verónica DelValle salió del restaurante completamente borracha. Esa noche teníamos mucho trabajo y no volví a pensar en ella hasta que, al ir a tirar la basura, me la encontré sentada en un banco. Para entonces, ya casi eran las dos y media de la madrugada y hacía un frio horrible. Por eso, me extrañó tanto que aún siguiese allí. Tenía el cuerpo hecho un ovillo y temblaba mucho. Cuando me acerqué a ella para preguntarle si necesitaba ayuda, me di cuenta de que estaba llorando con margura.

Señorita DelValle... ¿Se encuentra bien? pregunté tras unos suaves carraspeos para anunciar mi presencia.

Ella levantó la cabeza y se me quedó mirando con aquellos ojos rojos e hinchados. Su expresión estaba llena de la tristeza más cruda y desgarradora que había presenciado en toda mi vida, y eso me impactó de un modo indescriptible. Después, negó con la cabeza.

Mi hermano tenía que venir a buscarme, pero no ha aparecido murmuró mientras tiritaba de frio y se sorbía los mocos de forma escandalosa. Sin pararme mucho a pensarlo, me quité la cazadora y se la puse sobre los hombros—. Gracias.

¿Y por qué no ha llamado a un taxi? Si quiere, puede esperar dentro del restaurante mientras yo le busco uno. No debería estar aquí fuera con una temperatura tan baja.

Gracias, pero en realidad me gusta el frio porque me recuerda que aún sigo viva. Hoy he perdido muchas cosas, pero esto no puede quitármelo nadie. Ella trató de forzar una sonrisa—. Aunque te agradecería lo del taxi, estoy tan borracha que no pienso con claridad añadió antes de tenderme su teléfono móvil. Yo asentí, me senté a su lado e hice la llamada.

El taxi tardará unos quince minutos le anuncié después de colgar y devolverle el teléfono—. Pero me sentiré mucho mejor si me deja quedarme con usted hasta que llegue.

¡Para ser un chico tan joven, eres muy caballeroso! exclamó, divertida—. ¿Cómo te llamas?

Fabián.

Encantada, Fabián. Mi nombre es Verónica, no señorita DelValle, y por favor, deja de tratarme de usted. ¡Me haces sentir vieja!

Vale, lo intentaré respondí, dedicándole una sonrisa tímida—. Dime, Verónica... ¿Estás bien?

Asuntos pendientes (completa)Where stories live. Discover now