CAPÍTULO 31

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Desde que Verónica DelValle entró en mi cuerpo no he tenido ni un instante de tranquilidad. Sus constantes luchas internas entre su sentido del deber y los profundos sentimientos que alberga por Diego son totalmente agotadoras, sus remordimientos por todo lo que hizo mal en vida un lastre demasiado pesado para cargar, y esa certeza de que la seguridad de toda su familia depende de que ella logre resolver a tiempo sus asuntos pendientes es como tener una tirante y apretada soga alrededor del cuello asfixiándote. ¡Incluso me han disparado! En cierto modo, entiendo por qué se largó así, pero el problema es que también ha dejado atrás todos sus problemas y soy yo el que tiene que cargar con ellos.

Ahora, mientras observo desde la entrada de la cocina como los Ortiz van a saludar a los DelValle con fingida simpatía, no puedo evitar preguntarme cuánto tiempo de vida le queda realmente a esa familia y qué pasará con Diego cuando todos nosotros muramos. Sé que ninguno de ellos es asunto mío, pero tengo muy claro que no puedo quedarme cruzado de brazos mientras los asesinan delante de mis narices. Tampoco soporto la idea de que Diego sufra, no estoy seguro de si se debe a la influencia de Verónica o si es que realmente he desarrollado sentimientos hacia ese hombre, pero creo que me importa de verdad.

—Hola, mamá. —Estrujo a mi madre y le doy un sonoro beso en la mejilla. ¡No sabes las ganas que tenía de hacer esto!

—¡Parece que lleves meses sin verme! —exclama, divertida.

—¿Te he dicho últimamente lo mucho que te quiero?

—Creo que no.

—Pues te adoro. ¡Eres mi superheroína!

—Y tú mi superhéroe, cariño. ¿Qué te pasa? Estás muy raro.

—Nada. Sólo que vuelvo a acordarme de todo.

—¡Gracias a Dios! ¡Me alegro mucho de escuchar eso! —exclama, emocionada.

Al mismo tiempo, Laura entra en la cocina cargada con una pila de platos sucios y me dedica una sonrisa afable a modo de saludo. Me despido de mi madre y voy a su encuentro. Aún no he sido capaz de perdonarla del todo, pero lo cierto es que antes de su infidelidad fuimos muy felices juntos y creo que al menos merece la pena conservarla como amiga. Aunque, ahora mismo, su amistad no es precisamente lo que más me preocupa. Necesito toda la ayuda que pueda conseguir para averiguar qué demonios están tramando los Ortiz.

—Laura, tengo que pedirte un favor. —Me la llevo al rincón más apartado de la estancia para que mi madre no nos escuche.

—¡Claro! ¿Qué pasa?

—Necesito que estés muy pendiente de la conversación de Julián y Cristina Ortiz. Ahora no puedo explicártelo, pero es muy importante que hagas esto por mí.

—Vale —accede, confundida.

Después, regreso a la mesa. El resto de la comida transcurre sin más incidentes, ni indirectas mordaces por parte de Roberto. Incluso Diego parece un poco menos distante y se esfuerza por incluirme en la conversación con su familia política para que no me sienta fuera de lugar, pero a pesar de ello, me sorprendo mucho y no puedo evitar sobresaltarme al notar el calor y el peso de su mano en mi muslo.

—Tenemos que hablar —me susurra cuando giro la cabeza para mirarlo. Asiento, le sonrío tímidamente y coloco mi mano sobre la suya para entrelazar nuestros dedos.

—Tienes razón, debemos hablar, te mereces saber la verdad y en cuanto salgamos de aquí voy a contártelo todo —respondo, decidido.

—Gracias. Lo único que te pido es que confíes en mí.

—Ya confío en ti, Diego. Solamente espero que tú también lo hagas cuando escuches lo que tengo que decirte.

Observo la sorpresa y el desconcierto dibujados por todo su rostro mientras su franca mirada se clava en los mía, y estoy muy seguro de que esta no será la última vez que vea esa expresión durante el día de hoy. Todavía no sé qué voy a decirle exactamente para que me crea, pero muchos de los recuerdos de Verónica siguen en mi cabeza, como la noche en la que él le pidió matrimonio o todas las excusas que ella le dio para aplazar esa boda, quizá no me quede más remedio que usarlos para probarle que estoy diciendo la verdad. Supongo que cuando lo sepa todo dejará de quererme a mí por lo que soy, porque como el propio Diego reconoció, Verónica siempre será el amor de su vida y no puedo competir con eso, pero tampoco puedo seguir engañándolo sólo porque su desconocimiento me beneficie, no estaría bien y él no se lo merece.

Asuntos pendientes (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora