CAPÍTULO 26

1.2K 169 19
                                    

Ahora mismo mi vida es una maldita tragicomedia. Ayer por la tarde salí de mi casa para comprarle a Diego una corbata o algo por el estilo y volví a ella con un completo kit de juguetes anales envuelto para regalo. Te lo digo muy en serio: estoy perdiendo la cabeza a pasos de gigante. La persona que entró en esa tienda erótica no era yo. Es decir, si que era yo, pero no el yo de siempre, sino ese otro yo que cada día que pasa se vuelve más fuerte dentro de mí. Últimamente, Fabián está ganándome mucho terreno en esta guerra interna que mantenemos desde el primer día. Puedo sentirlo. Estoy muy preocupado porque es la primera vez que logra tomar el control de su cuerpo (aunque sólo fuese por un corto periodo de tiempo) y me da miedo pensar en qué hará la próxima vez que lo consiga porque si de algo estoy plenamente convencido es que volverá a suceder de nuevo. Acabo de cruzar el ecuador de mi estancia en la tierra y a partir de ahora esto sólo puede ir a peor.

No sé qué demonios voy a hacer con ese dichoso paquete. De momento, lo tengo escondido debajo de la cama para que Diego no lo vea. Supongo que volveré a la tienda para preguntar si puedo devolverlo y luego iré a comprarle algo un poco más... normal. Sí, ese es un gran plan. Solamente hay un pequeño problema: acabo de entrar en mi habitación y la bolsa con su irreverente contenido ya no está debajo de la cama, sino encima, junto a un sonriente Diego que al verme levanta una ceja y me dedica una mirada burlona.

—¿Este regalo es para mí? —me pregunta, fingiendo una expresión inocente. ¡Mierda, mierda, mierda!

—¿Lo has abierto? —inquiero, alarmado.

—Todavía no, estaba esperándote —responde sin perder la sonrisa—. Pero... ¿Puedo abrirlo ya? ¡Estoy muy intrigado!

—¡No!

—¿Por qué no? Hoy es mi cumpleaños —me anuncia con una expresión suplicante de lo más cómica, pero a decir verdad a mí no me hace ninguna gracia porque me encuentro al borde de un ataque de nervios. Ni siquiera consigo imaginar cuál sería su reacción si viese esas... cosas—. ¡Cómo te gusta hacerte de rogar, cabroncete!

—Pero... la celebración no es hasta mañana —argumento, por decir algo más que nada.

—Eso la pública, pero si quieres la privada podemos empezarla ahora mismo.

—¡No me puedo creer hayas estado rebuscando por la habitación para encontrar tu regalo!

—¿Qué puedo decir? ¡Ahora tengo mucho tiempo libre! —repone, encogiéndose de hombros, antes de sacar el paquete de la bolsa y empezar a rasgar el papel por un lateral.

—¡Espera! —exclamo, aterrorizado. Él se queda muy quieto y me dedica una mirada interrogante—. Pen... pensaba cambiarlo porque... no... no creo que te guste.

—¡No digas tonterías, Fabián! Cualquier cosa que venga de ti me gustará, lo que importa es el detalle —murmura, divertido, mientras retoma su tarea con manos impacientes.

¡A mí me va a dar un síncope! ¿Qué hago? ¿Serviría de algo si se lo quito y salgo corriendo a la calle con él? Bueno, creo que ya no importa. Acaba de abrirlo. Ahora ya no tiene remedio. Diego se queda mirando el contenido de la caja a través de la tapa de plástico transparente. Perfectamente presentados sobre un tejido que imita al terciopelo rojo, hay un vibrador pequeño, un plug y una bolas anales de látex negro. El desconcierto y la sorpresa están dibujados por todo su rostro, yde repente sufre uno de esos molestos ataques de risa que hace que se doble sobre sí mismo y se le salten las lágrimas. Y yo paso de la inquietud a la desolación: se está descojonando a mi costa y eso me da muchísima rabia, por muy infantil que te suene.

—¡Ya te dije que lo iba a cambiar! —protesto, enfadado.

—¿Por... qué... quieres... cambiar... mi... regalo? —logra preguntar entre carcajada sonora y carcajada más sonora todavía.

Asuntos pendientes (completa)Where stories live. Discover now