CAPÍTULO 27

1.2K 168 34
                                    

Diego y yo estamos recostados sobre mi cama. Lo tengo entre mis brazos, con la cabeza apoyada en mi hombro, mientras recorre distraídamente la fina hilera de vello que salpica mi pecho. Noto el calor de su cuerpo contra el mío y su aliento sobre mi piel. Como cada vez que nos tocamos, una profunda sensación de paz me invade. Por fin comprendo plenamente a lo que se refería cuando me dijo que prefería contar el tiempo en momentos felices conmigo que en días porque yo tampoco cambiaría este instante juntos ni por cien años de vida sin él.

—Es la primera vez que alguien me hace sentir así —afirma de pronto.

—¿Así cómo?

—Creo que la palabra correcta es "protegido". Como si a tu lado no tuviese que preocuparme de nada, ni estar constantemente en guardia porque contigo no puede pasarme nada malo. ¡Es una sensación muy liberadora!

—Me alegro mucho de que pienses así porque eso es precisamente lo que yo quiero. —Acaricio su espalda—. Aunque a veces tengo la impresión de que lo único que estoy consiguiendo es complicarte más la vida.

—¿Por qué dices eso?

—Para empezar, has perdido tu trabajo por mi culpa.

—¡Te equivocas, Fabián! Hace tiempo que quería dejar Ortiz y asociados y establecerme por mi cuenta, pero estaba demasiado acomodado en aquella rutina y me faltaba valor para empezar algo nuevo. Ese video ha sido como la llamada de atención que necesitaba, y en cierto modo, la persona que lo filtró me ha hecho un favor. Ahora ya no tengo ninguna excusa para seguir posponiendo mis planes de abrir mi propio despacho. Lo único que me pesa es...

—¿Qué?

—Nada. Olvídalo.

—Diego, ¿qué?

—Me duele no poder compartir ese proyecto contigo —murmura con una voz muy triste—. Perdona. No debí sacar este tema precisamente ahora.

—¡Nunca más vuelvas a pedirme perdón por contarme cómo te sientes! ¿Me oyes? Sé que tienes la mala costumbre de guardarte tus preocupaciones para ti mismo por miedo a molestar a los demás, pero por favor no lo hagas conmigo, ¿entendido?

—¡Entendido! ¿Sabes? Jamás me cansaré de decirte que nunca había conocido a nadie tan maravilloso como tú —me susurra antes de incorporarse para besarme mientras su mano va descendiendo lentamente por mi torso hasta llegar al abdomen y finalmente cubrir mi polla, que reacciona a sus caricias al momento.

—Mmmm... ¿Son imaginaciones mías o estás pidiéndome guerra otra vez?

—¡Definitivamente no te lo estás imaginando!

—¡Aprendes demasiado rápido! —exclamo, abalanzándome sobre él para encajarme entre sus piernas abiertas. Supongo que ya es absurdo resistirse al deseo porque si no lo hago yo Fabián volverá a tomar las riendas de la situación. Diego sonríe y me abre el envoltorio de un preservativo que me pongo a toda prisa—. ¿De verdad te gusta esto? —pregunto, mirándolo fijamente.

—¡De verdad! No es sólo por el placer físico, también me encanta la sensación de dejarme ir, de confiar... —responde con una sonrisa radiante mientras vierte un chorro de lubricante sobre su mano para embadurnar con él mi ya enfundada erección. Después, lo va extendiendo entre sus propias nalgas y se mete dos dedos.

—¡Este sí que es un espectáculo digno de ver! —murmuro, hipnotizado por la sensual imagen, al tiempo que uno de mis propios dedos se reúne con los suyos, sumándose a la exploración.

No pasa demasiado tiempo hasta que es mi polla la que entra y sale de su cuerpo mientras sus manos se aferran a mi culo y tiran de mí para enterrarme cada vez más profundo en su interior. Pero esta vez no puedo echarle la culpa a Fabián porque soy yo el que está haciendo esto y... ¡Señor, cómo lo estoy disfrutando!

Asuntos pendientes (completa)Where stories live. Discover now