CAPÍTULO 30

1K 153 13
                                    

En estos momentos, me siento como si estuviese compareciendo ante un tribunal de la Santa Inquisición, a punto de ser juzgado y condenado a morir en la hoguera por practicar brujería, y los furibundos ojos de Diego son mis jueces y verdugos. Acabo de llegar a casa sólo para encontrarme con su cara de reproche y su frustrante silencio. Nada más entrar, Gordi puso pies en polvorosa, y muy inteligentemente, huyó a la calle, dedicándome una significativa mirada de lástima antes de irse. ¡Esto es malo, muy malo!

—Diego... —Trato de acariciar su brazo y él me aparta de un violento manotazo. ¡Peor que malo!—. Por favor, déjame explicarte... yo sólo... trataba de protegerte.

—¡No necesito tu maldita protección, Fabián! Lo único que quiero es ser capaz de confiar en ti —grita, rabioso—. Me prometiste que no volverías a hacer nada peligroso y no lo has cumplido.

—Lo lamento mucho, de verdad.

—¿Lo lamentas? —repite ,indignado—. ¡Creí en ti y me fallaste!

—Por favor, perdóname. —Insisto en mi tentativa de acercarme y él vuelve a eludirme con brusquedad—. Regresé a la nave y encontré más pistas sobre la muerte de Verónica....

—¡No me importa! ¡Me engañaste, Fabián! Pensaba que tú eras diferente.

—¡Joder, Diego! —exclamo, frustrado—. Lo hice porque no soporto la idea de que te pase nada malo. ¿Y sabes qué? ¡Lo haría mil veces más si supiese que así te mantengo a salvo!

—¡Maldito egoísta de mierda! Ni siquiera te has parado a pensar en mi, ¿verdad? ¿Tienes alguna idea de lo inútil e impotente que me hiciste sentir al dejarme aquí encerrado mientras tú estabas por ahí ejerciendo de héroe sin que nadie te lo pidiese?

—Diego, tu vida vale mucho más que la mía. —Necesito tocarlo para que se calme, pero no me deja acercarme lo suficiente—. Todavía te quedan muchos años por delante.

—¿Y qué se supone que voy a hacer yo sin ti? —gimotea.

—Ser feliz con alguien que te merezca.

—¡No quiero estar con nadie más que no seas tú!

—¡Por favor, no digas eso! —le suplico, afligido—. No puedes volver a hundirte... ¡Prométeme que seguirás adelante!

—¿Por qué iba a prometerte nada cuando tú incumples tus promesas?

—Diego, por favor...

—Ni siquiera me has dicho todavía qué clase de enfermedad tienes... ¿Por qué no me dejas ayudarte?

—No puedes....

—¿Por qué tanto secretismo? ¿Por qué tengo la impresión de que me ocultas cosas? ¿Por qué no me cuentas la verdad? ¿Por qué insistes en mantenerme al margen? —me pregunta insistentemente.

—No lo entenderías.

—¿Qué no entendería? ¿Que tú no confías en mi? ¡Ya no lo soporto más, Fabián! Me vuelvo a mi casa.

—¿¡Qué!? ¡No puedes hacer eso! Es demasiado peligroso.

—¡No me importa!

Lo que está pasando solamente es culpa mía, yo solito me he metido en esta puñetera situación y ahora no tengo ni idea de cómo voy a salir de ella. No puedo contarle que en realidad soy Verónica y he vuelto reencarnada en Fabián para solucionar mis asuntos pendientes, ¿puedo? No me creería, pensaría que estoy como una cabra o que me burlo de él, y eso sólo serviría para hacerle más daño. ¿Y si me cree? Supongamos por un momento que Diego no me toma por un completo tarado al contarle que soy su prometida muerta. ¿Qué pensaría de mí después de todo lo que ha pasado entre nosotros y las cosas que le he hecho? Tendría que explicarle que ya no soy exactamente yo, que me estoy convirtiendo en Fabián, incluso decirle que fue él quien tomó el control de mi cuerpo para desvirgarlo. ¿Te das cuenta de lo absurdo que suena todo eso? No puedo decírselo, debo encontrar otro modo de retenerlo.

Asuntos pendientes (completa)Where stories live. Discover now