CAPÍTULO 32

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En este momento, la situación es crítica. La zona en la que se encuentra Roberto ya está totalmente sumergida, el agua entra cada vez más rápido y la parte trasera del coche se inunda a toda velocidad. Diego llega nadando hasta nosotros. Estaba tan pendiente del coche y sus ocupantes que ni siquiera me di cuenta de que saltó detrás de mí.

—¡Tienes que salir de ahí ya! —le suplico, angustiado.

—¡No sin mi padre! No lo abandonaré a él también.

—Jaime, lo que le sucedió a tu hermana no fue culpa tuya.

—¡No tienes ni puta idea! La dejé allí tirada —me grita al tiempo que trata inútilmente de arrastrar a Roberto—. Si hubiese ido a buscarla, ella...

—Verónica no se suicidó, la asesinaron.

—¿Qué?

—Ahora no hay tiempo para explicaciones. Debes poner al resto de tu familia a salvo. Nosotros sacaremos a Roberto.

Finalmente, Jaime accede y salta por la ventana unos segundos antes de que el vehículo desaparezca bajo las frías aguas del océano.

—Tenéis que llegar hasta allí —les dice Diego, señalando una pequeña y distante cala.

Jaime asiente y comienza a nadar junto a su familia hacia la playa que se ha convertido en nuestra salida más cercana de este infierno líquido en el que nos encontramos. Diego y yo nos miramos entre nosotros, no necesitamos hablar para saber lo que el otro está pensando, puesto que los dos sabemos que las posibilidades de sacar a Roberto con vida son ínfimas y se reducen más por momentos, pero aún así tenemos que intentarlo. Inspiramos profundamente para llenar nuestros pulmones de oxigeno y nos sumergimos en el agua helada.

Me siento como si estuviese en una cuenta atrás para que se efectúe el disparo que anunciará el inicio de una carrera olímpica, pero no voy a luchar por una medalla, sino por la vida de un hombre. Y a la señal de salida, el coche se sumerge muy rápido y me arrastra al fondo con él. Tiro de la manilla en la puerta del copiloto mientras Diego hace lo propio en la del conductor, pero ninguna de ellas cede. La situación se está volviendo crítica. Llega un momento, cuando mi brazo se agarrota debido al esfuerzo, los ojos me escuecen por la salitre del mar y los pulmones me arden por la falta de oxígeno, en el que pienso que este maldito cacharro no se va a detener nunca y nosotros nos quedaremos aquí con él, hundiéndonos por toda la eternidad. Entonces, mi puerta se abre y entro.

Todo está oscuro y borroso, apenas puedo ver lo que tengo alrededor. Buceo por el interior del BMW, empujándome con las piernas y tanteando con las manos para localizar a Roberto. Lo encuentro, creo que aún lleva puesto el cinturón de seguridad. Busco el cierre para desengancharlo y forcejeo con él hasta conseguirlo. Una pausada caricia en la mejilla derecha me indica que Diego también ha conseguido abrir su puerta y está aquí para ayudarme, yo empujo y él tira del cuerpo de Roberto hasta que logramos sacarlo. No aguanto más. Aire. Necesito aire. Por favor, aire. Me estoy asfixiando. Me ahogo. No quiero morir aquí. No quiero que Diego muera aquí.

Desesperado y enloquecido, salgo del coche, agarro uno de los brazos de Roberto, Diego sujeta el otro y exprimo hasta la última gota de energía que queda en mi maltrecho cuerpo para nadar hacia la superficie. Sólo espero que no sea demasiado tarde. El trayecto hasta la superficie se vuelve insufriblemente eterno y la posibilidad de soltar a Roberto para ir más deprisa se cruza por mi mente como si fuese la solución a todos los males del universo, pero estoy convencido de que Diego no lo dejará atrás y él necesita mi ayuda. Aire. No tengo aire. Me asfixio. Necesito aire.

Por fin, consigo llegar al exterior e inmediatamente después de mí sale Diego. Inspiro profundamente, trago largas bocanadas de aire muy rápido, como si ninguna cantidad de oxigeno lograse saciarme del todo. Tengo escalofríos, mi corazón late muy rápido y se me están durmiendo las piernas y los brazos. Compruebo horrorizado que los labios y las orejas de Diego presentan un preocupante color azulado mientras el resto de su cara está muy pálida. Creo que estamos sufriendo una hipotermia. Si no salimos pronto del agua, moriremos de frio. Mientras tanto, Roberto flota boca arriba, completamente flácido, no está inconsciente sino muerto, lo sé porque no tiene pulso.

Asuntos pendientes (completa)Where stories live. Discover now