VI. ☆ Mirada de tigre enojado☆

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—Hay algo raro en ti —manifestó sin pizca de duda o vergüenza. Cuadré los hombros, lo que hizo que la diferencia de altura se notara más. Diego ni se inmutó—. ¿De dónde vienes?

—No es para nada cortés decirle a una desconocida que tiene algo raro.

—No estoy para cortesías con quien oculta cosas.

—Todos ocultamos algo, ¿no crees, Diego?

Lo gélido y cortante que sonó su nombre en mis labios, le produjo un estremecimiento que no pudo evitar. Sus ojos azules eran tan fríos e inexpresivos como mi voz, pero yo sabía que por dentro la sangre le corría con fuerza y calor.

—¿Quién eres?

—¿Estás nervioso? —respondí de vuelta con una sonrisa que mostraba todos mis dientes.

—No.

—¿Seguro? Tu corazón va desenfrenado. —Estábamos a dos metros de distancia por lo que a Diego le resultó extraño el comentario; para hacer énfasis en la precisión con la que le escuchaba el corazón, canté los latidos con un sonido hueco de mi boca a la velocidad de su palpitar—. Pum, pum, pum, pum. Si no estás nervioso, ese ritmo es preocupante.

—Eso no...

—Y tus manos tiemblan —añadí, tomando el control de la conversación. Diego en reflejo las metió en sus bolsillos—. Y tus pupilas están expandidas.

—¿Cómo...?

Me acerqué sin ninguna intención un par de pasos en su dirección, mas eso me sirvió porque en reflejo Diego dio un paso atrás, chocando con la puerta de madera. Mi sonrisa se torció de plena satisfacción a la vez que sus mejillas se pintaban de un carmesí intenso.

—¿Me tienes miedo, Diego?

Tragó saliva, pero no hubo temblor en su respuesta:

—¿Debo temerte, Karma?

—No lo sé, ¿me temes?

—No. ¿Quién eres?

Una de mis infundamentadas hipótesis sobre Diego y Grishaild era que quizás ellos tuvieran alguna cualidad o vínculo mágico en sus genes y por eso se sentían extraños conmigo (nunca me había pasado con otros brujos o similares, pero siempre podía haber primera vez), sin embargo, con lo que ya sabía de ellos, se me hacían demasiado ordinarios como para tener algo fantástico en su ser.

Era inverosímil también que siquiera sospecharan de la magia y de la sangre de bruja que corría por mis venas, es más, era muy improbable que lo creyeran posible; para los humanos la magia se limitaba a sacar conejos de sombreros o escapar de urnas con agua en tiempo récord arriesgando la vida.

Endulcé mi tono para responderle:

—Karma Blair, y no entiendo tu cuestionario. Si me permites, quiero ir a comer algo; estamos en el receso y luego tengo gimnasia, necesito energía.

Diego no cambió su expresión, pero se movió un poco de la puerta para dejarme salir. Antes de que yo la cruzara, habló de nuevo en un murmullo bajo:

—Lo voy a descubrir.

—¿El qué?

—Lo que pasa contigo. Algo en ti no es normal.

—¿Y qué más te da? Si resulta que tengo seis brazos, a ti no te afecta, ¿o sí?

—En general no —aceptó—, pero esto no es por tener más de dos brazos.

—¿Entonces de qué va? Me has visto un par de días, no sabes nada de mí.

—No es lo que de ti, es lo que siento de ti.

Karma de Estrellas  •TERMINADA•Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ