La leyenda de las estrellas

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Belén me pegó más a ella y el corazón no me latía desbocado, pero tenía unas ganas desbordantes por saber cómo era su sabor.

—Siempre he sido a la antigua y preferiría esperar —la escuché susurrar y el rubor en sus mejillas se extendió.

Era un poco más alta que yo, su cabello castaño por primera vez estaba suelto y le caía a ambos lados de los hombros. Sus facciones eran perfectas e incluso, debajo de sus lentes de ver, podía sentir la chispa en sus ojos, esa misma chispa que reconocí como deseo.

—Me gustaría ser tu excepción —me acerqué más a sus labios, poniéndome de puntillas para llegar a la altura. No sabía qué estaba haciendo, ni por qué tenía la necesidad de estar con ella, pero una parte de mí necesitaba esa segunda oportunidad.

No quería privarme de vivir algo que estaba deseando, por una persona que a pesar de quererme, me compartía con su novio.

Estaba cansada de ser la que esperaba y teniendo a Belén frente a mí, sabía que iba a arrepentirme toda la vida si no seguía mi impulso.

La vi cerrar los ojos y pude sentir su respiración. Estaba acelerada, temblando como si fuera yo la adulta responsable y ella la estudiante a punto de cumplir 18 años.

Cuando alguien te gusta no importa la edad, los comportamientos te delatan, te vuelves más lento, asustado por cualquier cosa que pueda salir mal.

Me dio acceso a su boca y cambió drásticamente de actitud. Algo ocurrió cuando sintió mis labios en los suyos. Cuando nuestras lenguas se juntaron, me llevó lejos. Arrastrada por las ganas de apartarme. Y Belén volvió a ser la profesora.

Tomó el control que había cedido y comenzó a demostrarme que ya no tenía miedo. Por mi parte, necesitaba oxígeno, besaba bien, pero era tan intenso que ni siquiera podía frenarme para coger aire.

Me tenía agarrada de la nuca y a medida que mordía mis labios, sentía que iban a explotar, pero no me interesaba. Lo único importante es que no se detuviera.

Me dejé guiar por una experiencia que no tenía precedentes, pero no habían mariposas en el estómago. ¿Por qué lo sencillo no me provocaba espasmos? ¿Dónde estaba esa sensación de vacío y el corazón reventándose?

Conseguí la tranquilidad de no correr ni tampoco tuve que esperar para ser «querida», pero era distinto.

Estuvimos por varios minutos besándonos, apartadas del resto.

A Belén le dio lo mismo que un grupo de personas la esperaran. Escuchábamos que estaban buscándonos, pero ella solamente se reía mientras me comía la boca.

La dejé morderme lo que quiso y aunque la revolución en mi estómago no se manifestó, estaba ... estaba tan caliente que se notaba.

Mis mejillas ardían y escucharla en mi oído diciéndome: «Señorita Dash, ¿te está gustando la clase? Son lecciones privadas solamente para ti», era alucinante.

Belén recorrió mi cuello haciéndome perder la cordura y ni siquiera extrañé a las mariposas. Por mí podían quedarse muertas. Me gustaba la sensación o al menos... me estaba gustando hasta que sentí que mis manos buscaban introducirse debajo de su ropa, y ella me quitaba explicándome con paciencia y dulzura: «La siguiente clase es para mayores de 18, por ahora tenemos que esperar». «No quiero esperar», le respondí volviendo a besarla hasta que....

«¡¿Es en serio?! ¡Joder! ¡Eres una pervertida!» la voz de Sophia retumbó en mis oídos.

Me aparté de Belén como pude y sentí su mirada echar fuego. Estaba acompañada de Noah y de Jéssica. Mi mente empezó a pensar en los posibles desenlaces y en mis padres asumiendo mi expulsión y enterándose de que me metí con la profesora.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now