Capítulo 60: Mitocondrias

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—Deberíamos salir en Spotify, ¿no crees?— preguntó él.

—Definitivamente no. Haríamos que la empresa se funda— reí otra vez al recordar su intento de agravar su voz.

—Bueno. Te dejo seguir estudiando tus partes raras de las células— tomó la guitarra y se levantó del suelo.

—Está bien— le dije. Me dio un beso en la frente y se retiró de la habitación.

*

Un par de horas más tarde seguía en el mismo lugar, recostada en la cama rodeada de libros, hojas y de mi computadora. Pero esta vez no estaba estudiando.

—¿Te sientes mejor?— preguntó trayéndome una taza humeante y una almohadilla caliente.

—Definitivamente no. Esa pastilla no me hizo ningún efecto— respondí y levanté mi suéter para que él coloqué la bolsa de agua tibia.

—Esperemos que esto funcione. He leído en internet que un baño caliente y un té tal vez ayuden—carreaspeó—. Y muchas otras decían que un orgasmo también funcionaría.

Rodeé los ojos ante su comentario y le revoleé una almohada que tenía cerca mío. Él levantó sus manos en señal de rendición.

—Puede que acepte el té— me entregó la taza y ambos nos quedamos en silencio durante un rato.

—¿Estás segura que no quieres que me quede?

—¡Sí! Vé y diviértete con tus amigos. No creo que un simple dolor de ovarios pueda conmigo.

Bruce estaba por cumplir años al día siguiente y para reanimarlo, Matthew, Chase y Sam habían organizado una pequeña reunión en un bar no tan lejos de allí. Según lo que Matt me había comentado sólo serían ellos cuatro y nadie más. No podían arriesgarse a que su paradero sea descubierto, ni siquiera por otros integrantes de la banda. Se encargarían de volver temprano y no dejar que Sam conduzca ebrio.

—Llegaré temprano. Ten el móvil cerca por cualquier cosa. Y por si luego te agarra hambre, hay sopa en la heladera.

—Gracias— le agradecí con un corto beso en los labios y acaricié su mejilla.

—¡Nos iremos sin ti, hermano!— gritó Sam desde la planta baja.

—Vete antes de que vengan a buscarte— él me sonrió y abandonó el cuarto no sin antes darme un beso de despedida.

Escuché la puerta de entrada cerrarse y suspiré. Me esperaba una larga noche en soledad, rodeada de textos, videos explicativos y, tal vez, un poco de música.

El sonido de mi móvil me interrumpió en la cuarta oración del párrafo. Cat me envió una foto de la invitación oficial que Jack había dado para su fiesta de primavera.

"¡Increíble! Aún faltan algunos meses Cat, pero estoy completamente entusiasmada. ¡Debo buscar otro vestido! El rojo se arruinó💔. ¿Tú que dices, tienda online o visita al centro comercial? "

Envíe el mensaje y bostecé. Al sostener el celular entre mis manos, no pude evitar caer en los vicios de las redes sociales. Que si mi escuela estaba cerrada debido a la nieve, que las historias de Cat preguntando en una encuesta qué zapatos comprarse, que Jack festejó la victoria en su partido de tenis.

Me sentí un poco nostálgica en ese momento. Había aspectos de mi vida anterior que extrañaba con una fuerza increíble. Las charlas camino a casa con mis amigas, los debates interminables en la organización del periódico escolar, las fiestas de fin de curso en dónde todos éramos amigos de todos. Y sobre todo a mi mamá, pero sabía que por más de que la extrañara con toda la fuerza posible, nunca podría volver a tenerla.

Dejé el móvil a un lado y tomé la computadora. En el buscador, escribí el nombre del video explicativo que me faltaba ver. Mis ojos se abrieron como platos al percatarme de su duración. Justo antes de darle play, mi teléfono volvió a sonar, pero esta vez tenía una llamada entrante de Matthew.

—Mía— saludó él. Del otro lado podía escuchar voces y mucha música.

—Hey— respondí a su saludo. Fruncí el ceño—. ¿Todo anda bien?— escuché como la música se iba alejando, permitiendo que escuchara con más claridad.

—Sí. Llamaba para avisarte que estamos camino a la casa. Llegaremos alrededor de una hora.

—Está bien— bostecé. Del otro lado, oí puertas del coche cerrarse y la voz de Sam riendo.

—¿Qué haces aún despierta?

—Estoy comenzando a ver un video sobre la respiración celular— dije fingiendo un tono entusiasmado, que él al notarlo, soltó una carcajada—. ¿Quieres saber cuánto dura?

—¿Cuánto?

—¡Una hora! ¡Una maldita hora, Matt!

Black Soul rió con fuerza desde el otro lado de la línea. Solté un bufido, enojada.

—No creo aguantar mucho. ¡Envíame las fuerzas para poder hacerlo!

—Tú puedes, nena.

Minutos después de cortar con Matt, me dispuse a ver el video, intentando que mis ojos no se cerrasen con cada palabra sobre las mitocondrias.

Tiempo después miré el reloj y me sorprendí al ver la hora que era; la una menos cuarto. Dejé los libros y la computadora a un lado y me quité la almohadilla de agua caliente que, para ese momento, se encontraba helada.

Me coloqué las sandalias y me abrigué un poco más. Afuera estaba nevando y la calefacción no era lo suficientemente potente para una mansión tan grande.

Atravesé el pasillo tarareando la canción que habíamos inventado por la mañana con Matthew. Tal vez era desastrosa, pero sin dudas era muy pegadiza.

Llegué a la cocina y rebusqué en la nevera el recipiente con la sopa.

¡Bingo!

Cuando me di la vuelta para dirigirme hacia el microondas, un dolor punzante se presentó en la parte inferior de mi cabeza. Luego, algo cayó al suelo partiéndose en mil pedazos. Llevé mi mano hacia mi nuca, al mismo tiempo que me volteaba para ver que había ocurrido.

Todo pasó muy rápido.

Mis ojos se movían con rapidez de un lado al otro mirando todo a mi alrededor; mi mano cubierta de sangre, la sopa hecha añicos y los ojos de Travis mirándome con un rencor que jamás había visto.

Antes de que pudiera incluso reaccionar, mis ojos comenzaron a cerrarse, mi cuerpo se volvió más pesado y caí sobre el piso quedando inconsciente.

Black Soul   |Completa|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora