Conociendo Christopher

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—Sólo algo más —Se quitó la chaqueta de jean y me la puso—: Sencilla, pero nunca común. Una de las cosas que más me gusta de ti es tu estilo, y no sólo de vestir sino de ver la vida. Ahora mírate —Se paró detrás de mí frente al espejo—: ¿te sientes más cómoda?

La respuesta era sí.

—Te va a dar frío.

—Entonces me abrazas —contestó Sophia antes de añadir—: ven, salgamos —Me tiró de la mano y volvimos con todos.

«¿Por qué decidiste dejar el grupo?», escuché a Paula preguntarle a Christopher. Estaban sentados en los puff del jardín y llegamos justo a tiempo para salvarlo de una pregunta incómoda. Él se levantó y sonriendo hacia Paula le dijo que ya le contestaba. Parecía paciente y para nada incómodo por tener a dos mujeres interrogándolo. Tampoco me dio la impresión de ser engreído como había dicho Nathaniel

—Hola, Julie... Sophia lleva todo el día hablándome de ti —no podía tener una sonrisa más perfecta.

—Ella también lleva todo el día hablando de ti -—señalé a Paula, mientras le extendía la mano y él me dio un beso por mejilla—: es un placer conocerte —Intenté ser más amable que de costumbre, porque paso por pesada por no emocionarme o ponerme nerviosa con cantantes, o con nada en general. Aunque todo tiene sus excepciones.

Las preguntas siguieron durante la siguiente hora. Él contestó que había dejado el grupo porque intentaba hacer algo distinto. Hablaba como si no le costara expresarse delante de desconocidos. Y recordé su libro Amor a cuatro estaciones.

Había algo que hacía que Sophia y Christopher me parecieran similares. No sé si era su mirada, o la manera en la que respondía con voz ronca y en cada palabra se colaba una profundidad que me hacía reflexionar.

Paula era tan imprudente como agradable. Él, era tan paciente como encantador. Y hasta Benjamín olvidó sus celos para sentarse con nosotros y burlarse de Paula y sus imprudencias. Sophia estaba callada hasta que sacó de su bolso una botella de vodka. Christopher le dijo «Sé comedida», y eso fue lo menos que pasó.

Mis amigos no se negaron. Benjamín olvidó por esa tarde sus diferencias con Sophia y fue a la cocina en busca de otra jarra de jugo. Sabía que no era un buen camino. Mis padres me estaban volviendo a dar confianza y yo de nuevo a lo incorrecto. Paula notó mi preocupación y tratando de disiparla:

—Julie, deja de preocuparte, estamos en tu casa, y todos vamos a dormir aquí. ¿Cierto?

Contesté que sí y los primeros dos tragos los pasamos en calma, o eso hasta que llegó Noah. Yo no había tomado ni una gota de alcohol más bien estaba pendiente de que no se sobrepasaran.

El novio de Sophia se sentó con ella en el puff. Comenzó a besarla impidiéndole conversar con nosotros. Noah estaba pasado de tragos y lo que quería era marcar su territorio. Justo ahí entendí por qué Sophia no quería invitarlo. Es triste que te traten como si fueras una propiedad.

Dejé el grupo excusándome con que tenía que llamar a mis padres. Caminé hasta el lugar donde mi papá guardaba su colección de coches antiguos y me recosté de uno, intentando explicarme por qué estaba sintiéndome así y si eso era sano.

Diez minutos después Christopher me alcanzó.

—Eres la única que no me ha pedido una foto, y eso merece que sea yo quien te la pida a ti. Pero no sé, tengo una pequeña adicción por lo robado.... —me tomó una y otra... y otra foto al descuido.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now