Capítulo 19: Sala de emergencia en llamas.

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Se hicieron las cinco de la tarde y hoy fue uno de los días más tranquilos, como siempre nadie vino a la enfermería.

"Son vampiros ¿Qué esperabas?"

Y yo me quedé viendo viejas película en el reproductor de casette donde Cyrus suele ver sus programas mientras holgazanea todo el rato, solo que esta vez él no estaba, no tengo idea de a dónde fue, ni tampoco me importa. Aprendí a lo largo de estos meses que convivir con Cyrus se trataría de no hablar más de lo suficiente y mucho menos querer averiguar en la vida del otro, así todo era más fácil, sin embargo, por extraño que sea, nos llevamos bastante bien, casi como amigos.

Apoyé el codo sobre la colchoneta de una camilla y recosté mi mejilla sobre mi palma. Me había puesto de pie para estirar las piernas y acabé parada frente a dicha camilla con la mirada fija en el viejo televisor, a decir verdad la película del lejano oeste estaba genial, no obstante mi concentración fue interrumpida por alguien que llamó a la puerta.

Miré de inmediato hacia la entrada y junto a la puerta estaba una ventana abierta pero nadie se asomó por allí, solo podía vislumbrar el cielo rojizo que lentamente tomaba un tono más oscuro, últimamente los días aquí se hacían cortos y aburridos. Solté un suspiro un tanto agotada, aún que no hice nada en todo el día, y fui hacia el recibidor; al abrir la puerta me encontré con un conocido vampiro apoyado contra el marco de la puerta, de brazos cruzados y con una expresión de superioridad que irritaba a cualquiera.

-Ciro -dije.

Él apenas parpadeó, sus ojos entornados me daban la sensación de que siempre estaba a punto de dormirse, sin embargo era una de las pocas persona en el mundo a la cual le quedaba hermosa una mirada como esa, una mirada de cansancio o sospechando, sumándole a eso su intenso color rubí.

-Tenemos que hablar.

-No -intenté cerrar la puerta en su perfecta cara, intentando desfigurarlo un poco si quiera, pero él evitó el golpe y con una mano apartó la puerta, haciendo que retroceda mientras mis fuerzas no funcionaban contra él y me tuve que hacer a un lado -¿Qué diablos quieres?

-Hablar.

-Si intentas moderme...

-Dije hablar ¿Acaso tienes una canica como cerebro?

Apreté los dientes y voltee la mirada a otro lado con molestia.

-La última vez que dijistes "hablemos" acabaste mordiendo mi cuello y casi matándome -exclamé y me crucé de brazos -¿Por qué no te vas al diablo?

Arqueé una ceja, mi expresión de molestia era imposible de ocultar y para mi sorpresa eso lo hizo sonreír. De pronto fue como recordar el primer día que nos conocimos, cuando lo enfrente bajo aquel árbol y él sonrió mientras me decía que le gustaba mi actitud para terminar besándome esa misma noche.

-No vengo a pedirte disculpas -me dijo y eso me molestó aún más -Es solo... -de pronto hizo silencio como si se hubiese percatado de algo -No pretendía matarte aquel día.

-¿Ah no? Pues casi me degollas.

La mirada impacible de él frente a mí no hacía más que dejarme intranquila y a la vez vagamente curiosa.

De pronto mi corazón dió un salto torpe cuando en un dos por tres Ciro se acercó a mí, de forma avasallante, imponente, como si el maldito creyera que el mundo y todo lo que hay en el fuese suyo, olvidándose totalmente de mi espacio personal y terminó por estar tan cerca mío que sentía el valor de su cuerpo y un delgado hilo de aire nos dividía. Yo tenía que elevar el mentón para verlo a los ojos y tratar de no titubear.

-¿Qué haces? -murmuré. Su rostro podía volverse una de las siete maravillas del mundo definitivamente.

"¿Cómo un envase tan bonito podía albergar algo tan maligno dentro?" Siempre me hago esta pregunta.

Decadencia. [En Curso] Where stories live. Discover now