—Resultó—dijo Víctor, continuando con su relato, al tiempo que se quitaba el saco—. Creó una ilusión, en la que tu realidad sería alterada y tus recuerdos de esta. Pedí que él no fuera afectado por ella, quería que sintiera la desesperación que yo sentí. Pero, de nuevo, una vez más, él se sobrepuso. Te ganó una vez más.

Tony negó, no se trataba de ganar o perder, Steve nunca había competido con nadie realmente, porque para Tony, desde que despertó, aun con sus recuerdos alterados, al único que siempre quiso era, precisamente, a Steve. Sin embargo, no esperaba que Víctor lo entendiera, incluso a él le había causado conflicto. Víctor volvió a sentarse a su lado en la cama y está vez comenzó a deshacerse de los botones de los puños de su camisa.

—Los dioses, Tony, son complicados. Caprichosos. No me dirás que no. Basta con ver lo que te hicieron a ti, ese jueguito de cambiarte de cuerpos... Hay que saber jugar con ellos, y aún haciéndolo, siempre tienen recursos. El Dios con el que hice el trato, me permitirá mantener la ilusión, si hago algo: demostrale que el amor verdadero es un invento. De lo contrario pagaré un costo, y es muy alto. No me lo puedo permitir—con calma llevó sus dedos a los botones de la camisa de Tony, éste le sujetó la muñeca, pero su agarre era tan débil que Víctor sólo sonrió—. Además, necesito el Ironman, y ya que, desde la última vez que robé algo de ti, mejoraste la seguridad de tus diseños, necesito que me des los planos tú mismo. Verás, tenías razón, quiero reforzar mi ejercito, pero también quiero expandir mi gobierno. Sí, tengo planes de invasión, pero Tony, piénsalo, con el Ironman, con varios de éste, la guerra será corta, morirán menos personas y la paz llegará pronto.

—No—murmuró Tony, fulminándolo con la mirada; por fin había podido pronunciar una palabra.

Víctor le sonrió y volvió a entreverarle el pelo.

—No me mires así. Ni siquiera te opondrás después de que estemos juntos. La ilusión será permanente, olvidarás a ese intruso y a sus mocosos, y gobernarás conmigo. Todo estará bien. Así que, porque no comenzamos con un beso.

Víctor se inclinó hacia Tony, éste ladeó el rostro tanto como pudo y se mordió los labios para evitar el contacto. Víctor sonrió paciente, le sujetó la barbilla y lo hizo girar el rostro de nuevo hacia él. Sus labios estaban ahí, faltaba nada para besarlo, cuando una alarma sonó estridentemente.

Víctor levantó el rostro.

—¡QUÉ SUCEDE!—vociferó y un segundo después, apareció en la puerta un guardia.

—No lo sé, su majestad.

Víctor gruñó.

—¡Averigua, maldición! —Al decirlo se puso de pie, el guardia se encogió en sí mismo, pero fue salvado por la campana, o más bien, por uno de sus compañeros.

—Majestad—dijo el recién llegado—, han entrado a palacio.

—¿Cómo? ¿Cuántos son?

El guardia tragó saliva, antes de contestar.

—Uno, majestad.

Víctor enfureció.

—Pues mátenlo, maldición.

—Eso intentamos, pero...

—Pero ¿qué?

—No hemos podido, majestad.

Víctor bufó.

—¿Cómo que no? ¿Quién es? ¿Qué armas usa?

—No lo sabemos, majestad. Es un hombre, porta un uniforme azul y lleva un escudo.

El inesperado despertar a tu ladoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang