Indispensable

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—¿Tiene el pelo negro? —preguntó Yeshúa.

Loki negó y él dejó sobre el tablero a aquellos que no tenían el pelo negro.

—Tu turno—dijo a continuación.

—Oye, ¿no te parece que estamos muy grandecitos para esto? —Loki se cruzó de brazos.

Yeshúa levantó la vista de su juego.

—¡Oh, vamos! ¡No seas aguafiestas! Aunque soy más joven que tú, eso sí. ¿Lo puedes ver en mi cutis?

—¿Intentas hacer que me enfade? —Sin embargo, Loki, a pesar de su desdén, no pudo evitar echar un vistazo al cutis de aquel.

—¿Te enfadan cosas así? —Yeshúa se rió.

—No eres todo bondad, por lo que veo.

Una vez más, Yeshúa rió.

—Loki, estoy intentado enseñarte una lección. Deberías agradecer que yo no soy partidario de las águilas de sangre. Intento ser amable; las lecciones con amor, son mejores.

—Pues hasta dónde sé, no te trataron con mucho amor que digamos.

—No era yo quién estaba aprendido. Ellos recibieron mi enseñanza, la entregué con amor y me basta con aquellos que escucharon correctamente.

Loki rodó los ojos.

—No te ofendas, pero eres un poco aburrido.

Yeshúa sonrió y se encogió de hombros.

—Tu turno—repitió.

—Espera, ¿me estás diciendo que me estás dando una lección a través de esta cosa?

Yeshúa asintió.

—Cuando aprendes divirtiéndote la lección se queda contigo.

—Un buen golpe también funciona.

—Si prefieres, puedo llamar a Thor, somos buenos amigos.

Loki se irguió. —Olvídalo. Mi turno, ¿cierto?

Yeshúa asintió.

***

******

***

Rhodey tomó la azucarera de la mano de Tony, no comprendía por qué cuando se sentía nervioso, su amigo se llenaba de azúcar. Echó un poco a su café y procuró dejarla alejada de las manos inquietas de Tony.

—¿Qué pasó? ¿Por qué la urgencia? —preguntó.

—Rhodey...—Tony tamborileó los dedos contra la mesa. Tenía frente a sí un capuccino y una tarta de fresa, con crema batida. Pero no tenía apetito—...mañana es la fiesta de fin de año.

—Ah, sí. Ahí estaré. Espero que no haya problema en que haya invitado a Carol y a Sam.

Tony le miró, mordisqueándose los labios. Le sorprendía la naturalidad con la que Rhodey llevaba esa relación tan poco común.

—Rhodey, ¿de verdad todo está bien entre ustedes tres?

El coronel mordisqueó la galleta que había ordenado y, al mismo tiempo, asintió.

—No es tan complicado—dijo.

—¿Cómo pudiste aceptar que Carol quisiera a alguien más?

—Bueno, ella fue muy clara. No podía escoger entre Sam y yo. Su decisión habría sido dejarnos a los dos para evitar problemas. Pero entonces, Sam y yo hablamos. ¿Por qué íbamos a perderla? ¿Por un escrúpulo o una convención social? Ambos la amamos y ninguno habría querido cederla al otro. Además, somos buenos amigos, ¿para qué pelearnos? Entonces, ¿por qué no aceptar que ella nos ama a los dos?

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora