Perspectiva

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Tony se llevó una mano a la frente, haciendo con ella sombra sobre sus ojos y protegiéndolos así de la luz brillante del sol. Pensó que debió haberse puesto una gorra, como Steve, quien unos pasos más allá ajustaba los tablones de la cerca con un martillo. Tony, sentado en el pasto,  lo observó por unos instantes. Tenía en su otra mano una brocha que goteaba pintura blanca, su trabajo consistía en ir pintando las áreas que lo necesitaban, y aquellas que, por supuesto, ya habían pasado por la revisión del carpintero Rogers. Luego, miró a sus espaldas, donde la puerta de la casa prometía un ambiente templado; suspiró. Le daba más pereza entrar y buscar una gorra que quitarle la suya a Steve; así que decidió levantarse, sacudirse la hierba del short de mezclilla y dejar la brocha dentro del bote de pintura.

—Steve— lo llamó al tiempo que cruzaba la distancia que había entre ambos.

Éste levantó la vista y le miró interrogante, no preguntó que sucedía, pero se vio tomado por sorpresa cuando Tony, aprovechando que estaba agachado sobre la empalizada, le arrebató la gorra.

—¡Hey!— exclamó, pero al mismo tiempo sonrió.

Tony le sonrió traviesamente, al tiempo que se probaba la gorra sobre la cabeza.

—Estás cabezón— le dijo y se la quitó para ajustar la talla.

Steve dejó lo que estaba haciendo e intentó tomar de vuelta su gorra, pero Tony lo esquivó ágilmente y se alejó un par de pasos, al tiempo que reía. Entonces comenzó una pequeña persecución por el perímetro del jardín. Tony rió cada vez que esquivó a Steve, y cuando éste le dio alcance, también. Luchó por quedarse con la gorra, incluso llegó a tomar como arma la brocha y pintó la mejilla de Steve de blanco. Se supo derrotado, cuando sintió el fuerte brazo de Steve rodeándole la cintura y que éste lo atraía hacía su cuerpo; aun así, tuvo la presteza de quitarse la gorra y estirar el brazo tanto como pudo para evitar que la tomara. En el forcejeo trastabillaron, cayeron en la hierba, rodaron por ella abrazados, riendo, jadeando; y de alguna manera Tony terminó debajo de Steve, y entre una risa, un jadeo, una sonrisa y un suspiro, se besaron.

Tony, aún con la gorra en su poder, rodeó el cuello de Steve con sus brazos y sintió los de éste pasar por debajo de su espalda y abrazarle. Después, muy lentamente, abandonaron el beso y compartieron una mirada.

—Eso es trampa— dijo Tony al tiempo que le ponía de vuelta la gorra—, eres más fuerte.

—No me lo pusiste fácil— dijo Steve, apartando una mano de apoyo, para acomodarse la gorra que ahora le quedaba pequeña—, eres ágil, pareces un gato.

Tony rió—Quiero tu gorra, dámela. A menos que quieras que me queme con este asqueroso sol.

Steve le sonrió, y arqueó su ceja.

—¿Quieres ésta?—Tony asintió, y fue suficiente para cedérsela—. Pudiste haberla pedido, ¿sabes?

—Pero no habría sido tan divertido, ¿o sí?

Steve asintió, sin abandonar su sonrisa, y le besó de nuevo. Tony cerró los ojos, y se aferró una vez más a su cuello. La gorra se deslizó de su cabeza y cayó al pasto. Y entonces, en es perfecto instante, escucharon un carraspeó proveniente de algún lugar por encima de ellos. Levantaron la vista hacia el borde superior de la cerca, y desde ahí,  Wanda les saludó con la mano.

—¿Qué hacen?—preguntó y Tony suspiró al tiempo que rodaba los ojos.

—Algo no apto para menores—respondió y vio a Wanda torcer el gesto, mientras Steve reía.

—Arreglamos el jardín—dijo éste último incorporándose, para después, ayudar a Tony a ponerse de pie.

—¿Puedo ayudar?—dijo Wanda— Sé cortar el césped. ¿Puedo Steve?

El inesperado despertar a tu ladoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora