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Peggy se ajustó los guantes antes de continuar empujando la carriola doble, en la que descansaban entre cobijas mullidas, sus sobrinos nietos. A su lado, Steve caminaba a paso tranquilo mirando distraídamente el paisaje invernal del parque. Los árboles sin hojas, pero cubiertos de blanco, igual que el pasto. A lo lejos, el sol cayendo, dorado y frío, dotaba de cierta aura romántica a toda la escena. Cualquiera que los viera, pensaría que se trataba de una pareja con sus bebés dando un paseo vespertino, en una tarde en la que el pronostico del tiempo no auguraba nevadas.

Sin embargo, no era así. No en ese tiempo, no en ese universo.

—Ahora, ¿ya vas a decírmelo? —preguntó Peggy, mientras veía como Johnny se giraba hacia su hermano y le abrazaba inconscientemente. Tuvo que hacer un alto para cubrirle de nuevo el brazo con las mantas y acomodarle el gorrito que cubría su, ya claramente, pelo rubio.

—¿Qué cosa?—Steve se detuvo con ella y aguardó a que todo estuviera en orden, antes de continuar caminando.

—¿Qué pasó con Sharon? No quise preguntarte cuando llegué, porque, pensé que debías estar cansado del tema. Al menos yo no querría hablar de ello.

Steve suspiró.

—Es una historia muy larga y, tal vez, no la creas. Si a mí me la contaran, muy probablemente no lo haría.

—Bueno, ¿qué tan mala puede ser? —dijo Peggy mirándolo brevemente antes de continuar mirando el camino— Sé que su matrimonio tuvo problemas, pero es obvio que después de ese estúpido intento de suicidio de mi sobrina, las cosas mejoraron al punto tal que decidieron tener hijos.

—Es que no fue exactamente Sharon.

—¿Cómo? —Peggy frunció el ceño confundida.

Steve suspiró. — Bien, te contaré. Te resultará inverosímil, pero te juro por mis hijos que es real en cada punto.

Peggy sonrió.

—Si lo juras por ellos, no tengo más opción que creerte, Steve.

Entonces, Steve comenzó a contarle toda la historia. Desde aquel inicio de año en el que había peleado con Sharon y pedido el divorcio, hasta ese despertar dentro de una ilusión. Les llevó todo el recorrido en el parque, e iban de vuelta a casa cuando la historia llego hasta sus acontecimientos más recientes.

—Déjame ver si entendí—dijo Peggy— ¿Estamos hablando de Tony Stark? ¿El hijo de Howard?

Steve asintió.

—Vaya—murmuró ella—, pero entonces, él fue quien tuvo a estos lindos bebés y no Sharon. Él tomó la decisión de tener una familia contigo.

Steve volvió a asentir, aunque no era una pregunta. Peggy dejó escapar un suspiro que reflejaba lo impresionada que estaba.

—Ahora, explícame más sobre esa ilusión.

Steve se encogió de hombros. — No estoy seguro cómo funciona. El Dr. Strange dijo que ésta había afectado a las personas que habían tenido contacto con Tony. Sólo no afecta al propio Strange, porque es un hechicero poderoso y a Pepper porque está protegida por él.

—Y a ti. ¿Por qué a ti no?

—Para que sufriera, supongo, viendo como el amor de mi vida se encuentra en brazos de alguien más.

—¿Por qué el Dios que hizo esto querría hacerte daño, Steve?

—No creo que haya sido él. Aparentemente, ese Dios hizo un trato con un humano: Víctor von Doom.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now