Rutina

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Pepper tocó el timbre de la casa de Tony por segunda vez y miró su reloj, preguntándose si no era demasiado temprano para visitarle. Sin embargo, se dijo, tampoco podía esperar más, apoyó la yema de su dedo sobre el botón del timbre por tercer vez y entonces, antes de que el sonido dejara de escucharse tras la puerta, ésta se abrió.

"El esposo de Tony", como le gustaba llamarlo para molestar a su amigo, apareció del otro lado de la puerta. Era evidente que había salido apresuradamente de la cama, su rostro somnoliento y cabello revuelto lo evidenciaban, así como el bostezo que ocultó tras su mano; además de que llevaba puesto un pantalón pijama a cuadros... y nada más; Pepper vio claramente las vendas que le surcaban el torso.

—Buenos días, Pepper.

—Buenos días, Steve. ¿Está Tony? —Pepper hizo por asomarse dentro de la casa.

—Sí, está arriba, aún está dormida. Pero pasa—Steve se hizo a un lado y Pepper cruzó el umbral de la casa—, ¿quieres café?

—Me encantaría, pero necesito hablar con Tony, ¿podrías despertarla?

Pepper sonrió de medio lado, no sabía en qué condiciones iba a encontrar a Tony aquella mañana, juzgando las del capitán, quien, sin embargo, no se dio por aludido y con gesto amable le señaló las escaleras.

—No sé si quiera; hace un par de días que se desvela—dijo y la instó a seguirlo al piso de arriba—, así que duerme hasta tarde.

—Entiendo, ha estado trabajando, ¿cierto?

Steve asintió. Pepper lo siguió un tramo más después del final de la escalera y se detuvo cuando él lo hizo frente a una puerta. Pensó que tocaría, pero no, empujó la puerta, que tan solo estaba entornada,  y entró sin siquiera anunciarse. Para la pelirroja aquello le pareció un poco extraño, considerando que Tony le había dicho que dormían en habitaciones separadas, claro que, de eso, hacía ya varias semanas.

Steve se sentó en el borde de la cama suavemente. Pepper, debajo del marco de la puerta, vio a Tony, o al cuerpo donde éste estaba, dormir plácidamente en posición fetal, con la mejilla sobre sus manos, como un angelito.

—Tony—Steve le llamó suavemente al tiempo que le cubría el hombro con una mano—, Pepper vino, creo que es urgente.

Tuvo que repetir el llamado un par de veces más, con pequeñas variaciones en el mensaje, claro está, para que Tony, finalmente, diera un respingo y se desperezara sobre el colchón. Pepper vio entonces, lo que jamás creyó ver, a pesar de sus constantes bromas al respecto: Tony se estiró y giró en la cama para quedar boca arriba; abrió los ojos y lo primero que vio fue, evidentemente, a Steve, sonrió; y entonces, los brazos que ya había extendido hacia el cielo, lo hicieron hacia él. Steve se inclinó un poco en su dirección, Tony le sujetó el rostro y a continuación, lo besó en los labios. Pepper abrió la boca sorprendida.

—Es muy temprano, Rogers—escuchó la queja de su amigo; queja clásica en él, sólo que dicha con una voz ajena y una sustitución de su nombre al final de la oración.

Steve sonrió, aún con el rostro entre las manos de Tony e inclinado hacia él.

—Lo sé, pero no es mi culpa.

—¿De quién, si no?

Era evidente que Tony seguía medio dormido o en su propio y reducido mundo, porque no fue hasta que Steve mencionó a Pepper, que se dio cuenta que ésta estaba ahí.

—¿Pepp?

Entonces giró el rostro y vio a su amiga, quien le sonrió pícaramente, al tiempo que le saludaba levantando una mano. Tony palideció y despegó los dedos de las mejillas de Steve, quien, libre del agarre, se enderezó.

El inesperado despertar a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora