Estrés

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—El señor Rogers está entrando en el edificio, señor.

Anunció Jarvis y Tony se irguió, al tiempo que aventaba lejos de sí la llave con la que había estado ajustando algunas tuercas. Corrió a limpiarse las manos y también el rostro, tenía cuando menos unos diez minutos para estar listo.

—Guárdalo, Jarv.

—Sí, señor.

Tony vio como la armadura, la reluciente Mark 1, estaba lista. Sonrió satisfecho de sí mismo, mientras Jarvis la regresaba al compartimento donde era resguardada. Se dijo que quizá le faltaba una ligera pulida, y claro, probarla en su máxima capacidad fuera del laboratorio o en un ambiente más amplio, aunque controlado.

—¿Dónde está Steve, Jarv?

—Bajando las escaleras, señor.

—Bien. Chitón, Jarv.

Steve se detuvo en la puerta y esperó a que ésta se abriera y le dejara pasar. Tony le sonrió sentado en la mesa del taller, fingiendo leer unos papeles.

—Llegas un poco temprano—le espetó.

—¿De verdad?—Steve revisó su reloj— ¿Estás ocupada aún?

Tony sonrió.

—No es queja, al contrario.

Fue el turno de Steve de sonreír, se inclinó hacia Tony y le saludó con un beso en los labios. Tony cerró los ojos para tomar ese breve beso, sus manos alcanzaron los bordes de la chaqueta azul marino de Steve y le retuvo un poco más de lo que correspondía a un saludo. Cuando se separaron y sus miradas se cruzaron, el semblante de Tony se oscureció. Había tenido un pensamiento fugaz, pero que había dejado tras de sí una sensación desagradable. Había pensado que, tal vez, aquella interacción dejaría de existir en algún momento; ahora que Sharon había despertado, estaba más cerca de cumplir con la lección que San Pedro quería que aprendiera.

—¿Pasa algo? — Steve ladeó el rostro y le miró interrogante.

—¿Qué podría pasar? —dijo Tony y obligó a sus labios a curvarse en una sonrisa, intentando parecer despreocupado.

—No lo sé, de pronto...—Steve hizo una pausa, no muy seguro de continuar exteriorizando su observación.

—¿De pronto...? —insistió Tony, aunque algo le dijo que no debía hacerlo.

—Me pareciste preocupada por algo.

Tony está vez esgrimió una genuina media sonrisa.

—No pasa nada, Steve. Y antes de que preguntes, sí, tengo seguridad de ello.

Steve levantó una ceja con incredulidad.

—¿Sabes que puedes confiar en mí, cierto?

Tony rió por lo bajo y contestó: —¿Por qué me dices eso?

—Porque si no lo sabes, te lo digo. Puedes decirme lo que sea, Tony. Tal vez, sean cosas en las que no podría ayudarte, pero, sin duda, te apoyaría.

Tony lo miró como si fuera una especie de joya recién descubierta. Sonrió ampliamente, sin fingir, y estiró los brazos para pedirle acercarse y besarlo de nuevo.

—Tu siempre estás diciendo que soy un ángel —le dijo—, pero sin duda eso es lo que eres tú.

Steve rió y negó. Tony, sin embargo, asintió. Tiró de él de nuevo, y se abrazó a su torso. Desde ahí podía disfrutar del aroma de su colonia y del calorcito de su cuerpo. Era confortable, todas sus preocupaciones se esfumaron. ¿Qué más daba que Sharon despertara? Nada de eso importaba, porque en su presente aún tenía a Steve, porque su presente era él y todo lo que éste le hacía sentir.

El inesperado despertar a tu ladoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon