Desconcierto

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Hacía frío. Tony se removió entre las mantas buscando calor. Pero no tuvo que buscarlo por mucho, un brazo le rodeó la cintura y le atrajo contra un cuerpo tibio que alivió casi de inmediato su baja temperatura. Entonces, Tony dio un respingo. Abrió los ojos y sintió que crecía un hueco en su estómago.

—Oh, oh—murmuró—¿Ste... Steve?

Pero Steve no respondió, seguía durmiendo. Tony lo tenía tan cerca que podía contar cada una de sus pestañas, si se lo proponía. Bueno, eso no era un problema, es decir, dormir con él. El problema... hizo un chequeo rápido. Sus observaciones fueron simples. Él estaba desnudo, Steve también (al menos eso parecía indicar el roce de sus pieles), se sentía adolorido de la cadera y baja espalda, y sentía la agradable resaca que siempre tenía después de una buena sesión de sexo.

—¡Oh, mierda! —exclamó cuando sus observaciones le llevaron a la obvia conclusión.

Su grito despertó a Steve, quien se movió y lo soltó para tallarse un ojo.

—¿Qué pasa? —preguntó con voz ronca, luego, tuvo un chispazo—¿Los niños?

Se incorporó y giró en dirección a la habitación de los gemelos.

—N-no—dijo Tony tragando saliva e intentando apartar la vista de las abdominales de Steve cuyo el brusco movimiento había descubierto—. Ellos están bien.

Steve respiró aliviado, no había llanto ni alarma de Jarvis, tampoco había algo inusual en las pantallas que los monitoreaban. Luego, giró hacia Tony, le sonrió y se inclinó hacia él para besarle. Tony se removió a tiempo y se incorporó.

—Te-tengo que irme—balbuceó al tiempo que, sentando en la cama, buscaba su ropa.

Steve frunció el ceño, completamente extrañado por esa reacción. Volvió a acercarse a Tony, y le besó en el espacio entre su cuello y hombro. Tony se estremeció y se puso de pie de un salto.

—Ah... Steve—dijo, se sentía avergonzado, muy, muy avergonzado. Mentiría si diría que estar ahí, con Steve, no le agradaba; pero aquello no había sido correcto—... oye, yo... lo siento.

—¿Sientes qué? —Steve, sí que no entendía nada. Vio como Tony se vestía con la misma ropa del día anterior—¿Qué haces?

—Tengo una junta y... voy tarde.

—Tony, tuviste una junta ayer.

—Siempre tengo juntas—Tony se apuró a vestirse.

—¿Por qué no te duchas? Desayunamos y...

—No... en serio, tengo que irme.

Tony se calzó y se dirigió a la puerta. Steve, ahora sí, estaba por completo extrañado. Se puso de pie y lo alcanzó en las escaleras. Tony dio un respingo cuando sintió como lo detenían a la mitad del camino. Se había equivocado, Steve no estaba completamente desnudo, llevaba puesto el pantalón pijama y nada más, pero esa fue una observación por la que tuvo que cachetearse mentalmente.

—Tony, ¿por qué...? ¿Qué pasa?

Tony le miró, pero de inmediato apartó la mirada.

—Steve, en serio, lo siento.

—¿Sientes qué?

—Pues... lo de anoche.

—¿Qué?

Tony se apretó el puente de la nariz.

—Pues que durmiéramos juntos... Dios, en serio... sé que estás vulnerable y yo... argh. En serio, lo siento. No quiero que esto lastime nuestra amistad.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now