Lecciones

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Steve volvió a casa con las bolsas de sus compras. Las dejó todas en la cocina y se apresuró a acomodar las cosas compradas en sus respectivos lugares. Escuchó su nombre dicho suavemente y dejó las bolsas para mirar hacia la puerta de la cocina.

Tony le miró desde ahí, con los ojos brillantes.

—¿Tony? ¿Qué pasa?

—¿Por qué te tardaste tanto? —le dijo éste con un puchero y, al mismo tiempo, le tendió los brazos.

Steve sonrió, salvó la distancia entre ellos y le tomó en brazos. Tony se abrazó a él, y apoyó la mejilla en su hombro.

—Está nublado, va a llover, se me acabaron las donas y la programación de la televisión está mal; en lugar de pasar el episodio V, están pasando Titanic.

Steve se guardó la risa, no quería tentar la sensibilidad de Tony en esos momentos y hacerle llorar, porque eso era lo que parecía que estaba a punto de hacer.

—Lo siento, amor—le dijo—. Pero no te preocupes, no tenemos goteras; te acabo de comprar donas y tengo el blu-ray del episodio V, si quieres verlo.

Tony levantó el rostro de su hombro y le miró, a continuación, dejó escapar un par de lágrimas.

—Por eso te necesitaba—dijo limpiándose el rostro y sonriendo a pesar de todo.

Steve le sonrió, le dio un beso en la mejilla y le llevó de vuelta a la sala. Ya Natasha le había advertido de los cambios de humor y también, de esos momentos en los que Tony estaría, ¿cómo había dicho? Ah, sí: chipil. La solución, le había dicho, era consentirle.

—¿Quieres que te traiga la caja de donas? —le preguntó, mientras sacaba de la colección de películas el blu-ray prometido.

Tony asintió desde el sofá, mucho más tranquilo y feliz que minutos antes.

—¿Me haces chocolate? —preguntó.

—De acuerdo.

Steve localizó la película y se la mostró. Tony amplió su sonrisa, alcanzó el estuche y corrió a ponerla. Mientras él se encargaba de eso, Steve fue a la cocina, para preparar el chocolate y recoger la donas.

Minutos después, Tony disfrutaba de un chocolate caliente, sentado en el sofá, entre los brazos de Steve, con Doger echado en el espacio del asiento contiguo y con la caja de donas abierta sobre la mesa de centro. Afuera, efectivamente, había comenzado a llover, no se podía evitar en verano. Con todo, era un buen día, y Tony no podía sentirse más feliz y confortable que en ese momento. Una de sus películas favoritas, su comida favorita, su mascota favorita y su persona favorita. ¿Qué más podía pedir?

—Steve...

—¿Mmh?

—Mañana vuelves a SHIELD, ¿verdad?

—Sí. ¿Por qué?

—¿No puedes pedir vacaciones? ¿Algo parecido a un permiso de maternidad?

Steve rió.

—Me temo que en mi caso no aplica... hasta que nazca nuestro hijo.

Tony frunció el ceño.

—También tú vuelves mañana al trabajo, ¿o no?

—Seeh—Tony recordó que tenía ajustes que hacerle al traje de Ironman, con Pepper tenía que alistar todo para Helsinki y tenía que reunirse con, aggh, Sharon para instruirle en su papel durante el congreso. Por supuesto, habría preferido quedarse en casa con Steve, Doger y por supuesto, su pequeño frijol.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now