Capítulo 24

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-Nada mal... - ​agregó Azael admirando su herida perfectamente cosida.

Observé como Luzbel guardaba todo de nuevo en la caja de metal, pero lo detuve, provocando que frunciera el ceño, confundido. Saqué de nuevo el alcohol y el algodón antes de obligarlo a que se sentara en la silla más cercana, haciendo que su ceño se frunciera aún más. Me senté a su lado agarrando su brazo con firmeza y limpiando su herida con sumo cuidado.

Sentí su mirada clavada en mi perfil, atento a todos mis movimientos y, eso, me puso algo nerviosa por si lo estaba haciendo mal.

-Mantén el brazo así - ​ordené, manteniéndolo elevado un instante, hasta que noté que lo dejaba en esa posición, permitiéndome vendarlo -. ​No es un vendaje tan perfecto como el que has hecho a Azael, pero al menos estará cubierta la herida - ​sonreí bastante orgullosa por mi vendaje, percibiendo una pequeña sonrisa en sus labios, la cual borró casi al instante.

-Tus alas estaban sangrando - ​agregó Turel, hablando por primera vez -, ​puedo tratártelas si me lo permites - ​se ofreció, incorporándose de la silla.

-Nadie tocara mis alas - ​espetó bruscamente, incorporándose del asiento mientras tocaba el vendaje de su brazo.

-¿Y cómo sanarán los cortes? - ​inquirí, cruzándome de brazos y cruzando las piernas con mi mirada desafiante clavada en la suya.

-Estarán como nuevas en unos días - ​masculló con el ceño levemente fruncido sin apartar sus ojos de los míos.

-¿Y qué es mejor? ¿Qué mañana las tengas decentes o en un par de días? - escuché la risa de Azael, quien seguía tumbado sobre las mesas con su brazo ocultando su rostro.

-Los cortes sanarán perfectamente... - ​sonrió de medio lado con molestia.

-La herida puede infectarse en cualquier momento, aunque claro, a lo mejor me equivoco porque los Arcángeles son inmunes a todo, ¿verdad? - ​apretó su mandíbula y sus puños a sus costados al escuchar el sobrenombre con el que le había identificado.

-En realidad, cualquier Ángel puede contraer una infección, ya que se le ha dañado con un arma de la misericordia y es como dañar a un humano con cualquier arma... - ​informó Turel, sentándose junto a Azael, quien escuchaba atentamente la conversación sin mirarnos.

-Ah, ¿sí? - ​sonreí ampliamente volviendo mi atención a Luzbel, a quien no le estaba gustando no llevar la razón y que lo contradijera -. ​No pensamos en arrancarte las alas o hacerlas algo, deja de desconfiar de nosotros - ​fruncí el ceño con molestia por su inseguridad hacia toda persona, aunque claro, le han dado numerosas razones para desconfiar.

Hizo el amago de marcharse un par de veces, hasta que de pronto se sentó de nuevo en la silla, junto a mí; apoyó los codos en sus rodillas y agachó la cabeza con un suspiro. Sus alas negras aparecieron, quedando la derecha frente a mí estirada completamente, a excepción de la otra que estaba completamente relajada.

Un ala era igual de grande que yo.

Analicé los distintos cortes y la sangre que manchaba sus plumas; algunas, se encontraban cortadas a la mitad.

-Solo me ayudará ella - avisó Luzbel al ver que Turel se acercaba para ayudar.

-Pero...

-Eso o nada - sentenció.

Me miró de reojo y asentí, aceptando su condición.

Tomé una gran cantidad de algodón para mojarlo en alcohol y, así, empezar a limpiar la sangre y las heridas con cuidado de la parte trasera mientras Luzbel se encargaba de la delantera. De vez en cuando, escuchaba a Luzbel gruñir por el dolor, lo que me extrañó bastante, ya que en la herida de su brazo ni se inmutó.

Lucifer (1° Parte) || En Físico ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora