Capítulo 14

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Me dolía todo. Aunque, las pastillas y la pomada me aliviaban al dolor lo suficiente como para no estar quejándome cada poco. Incluso Luzbel me despertó en plena noche para que me tomara otra pastilla y me volviera a dar la pomada en los hematomas.

-¿Vas a ir? - ​miré a Luzbel, que estaba apoyado en la encimera con una taza en la mano.

-¿A dónde? - ​pregunté confundida, rodeando mi taza con las dos manos, intentando disfrutar del calor que emitía mi café con leche.

-A por tu mochila - ​bebió un trago mientras revisaba su móvil.

-Ah, sí. Tengo el móvil dentro - asintió, concentrado en la pantalla.

Parecía que estaba leyendo algo, ya que de repente frunció el ceño.

-Te llevo, tengo que hacer un par de cosas - ​arqueé una ceja llevándome la taza a los labios.

-Un par de cosas... - sonreí -. ​¿Por qué me suena a que te vas a meter en algún lío? - sonrió de medio lado.

-Vaya, que mala reputación tengo - ​me reí negando con la cabeza -. ​No es nada malo - ​bebí un trago del café sin despegar mi mirada de la suya -. ​Tengo en mis manos la espada del Ángel que mataste ayer - ​me pasé la lengua por los labios.

-En realidad lo mató Semyazza - corregí -. ¿Y qué vas hacer con ella?

-Haré otra navaja de la misericordia para que puedas defenderte si sucediera algo y, probablemente, otra para Azael​ - me llevé una mano al corazón.

-Nunca nadie se había preocupado tanto por mí - ​puso los ojos en blanco, intentando ocultar una pequeña sonrisa -. ​Se nota que Azael es muy importante para ti - no contestó.

Seguramente, su ego no le permitía confirmarlo en alto, pero sabía perfectamente que daría su propia vida por él.

Al terminar de desayunar, me puse los pantalones cortos -los cuales no se veían- y los zapatos. Guardé los medicamentos que trajo Azael en una bolsa para poder llevármelos cómodamente.

Al ver mi cabello despeinado en el espejo del ascensor, me peiné como pude con la mano hasta llegar al último piso, el garaje.

Todo el trayecto fue en completo silencio hasta que aparcó justo en frente de la puerta del bar. Ambos bajamos a la vez con intención de entrar.

-No, tú no entras - dije cruzándome de brazos. Sus ojos grises me analizaron el rostro, confundido -. ​Tú te quedas en el coche - ​sonrió con diversión observando al cielo durante un instante, antes de volver a mirarme con la cabeza ladeada -. ​Dentro - ​sonreí ligeramente al ver que fruncía el ceño. Intentó replicarme, pero lo corté -. ​Ahora - ​apunté con firmeza su coche.

-Tomando mis propias palabras contra mí... - se apoyó en la puerta del copiloto con los brazos y pies cruzados -. ​Cuando salgas no partas un brazo a alguien. A Azael no le gusta - ​me aconsejó haciendo un ademán con la mano dándome vía libre para entrar sola.

Me acerqué a la puerta de madera, sin embargo, no pude evitar girarme y apuntarlo con el dedo, haciéndole saber que no se moviera de ahí. Tensó su mandíbula al ver que repetía todos sus actos anteriores a la perfección, haciéndome sonreír por su molestia.

Al entrar, vi que el bar era todo lo contrario a lo que parecía en el exterior; tenía una decoración moderna y bastante agradable. Repasé el lugar con la mirada, dándome cuenta de que había llamado la atención de muchos de los presentes, mientras que otros seguían conversando o bebiendo sin darse cuenta, aunque no duró mucho. Todas las miradas estaban sobre mí con un silencio ensordecedor, poniéndome los pelos de punta por la tensión que había, no obstante, caminé con paso firme hasta que alguien me cortó el paso a mitad de local.

Lucifer (1° Parte) || En Físico ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora