Capítulo 18

109K 10.2K 1.9K
                                    

Tres días.

¡Tres días sin saber nada de Luzbel!

Azael seguía sin querer intervenir en las cosas de hermanos por miedo a que nos pasara algo. Tampoco me permitía hacer cualquier cosa por mi cuenta y, aunque pidiera ayuda a alguien para encontrarlo, nadie se la jugaría, y menos por Luzbel.

—¿Estás bien? — ​preguntó Azael.

—Si, pero creo que voy a ir a mi casa — frunció el ceño.

—¿Estás loca? ¿Y si te están esperando ahí?

Estos tres días me he quedado en casa de Azael escondida y, para lo único que he salido, es para venir al bar con él.

—Si me estuvieran buscando, ya me habrían encontrado el mismo día.

—Bien, te acompaño — ​negué con la cabeza.

—Puedo ir sola. Tienes que encargarte del bar — ​me marché de allí, despidiéndome de alguno de los presentes.

Tengo que ir a casa a cambiarme de ropa, la cual he lavado a mano estos tres días, y buscar una solución para ayudar a Luzbel.

Si todavía no se había escapado, es porque no podía él solo...

Ya duchada y vestida con unos pantalones negros y una sudadera verde oscura, me senté en la isleta de mi cocina pensando en un plan. Miré la navaja que me había regalado Luzbel y la apreté con fuerza; me levanté con un suspiro y salí de casa con la capucha puesta, ya que estaba lloviendo.

Empecé a andar sin rumbo, fijándome en mi pulsera por si los símbolos —que no eran muchos— se ponían plateados en algún punto de la ciudad.

Ya habían pasado dieciséis días desde que me enteré de que el Altísimo me quería ver muerta, y los símbolos empezaban a desaparecer cada día que pasaba con más o menos rapidez.

Se nos estaba acabando el tiempo.

Emprendí mi camino, intentando acercarme a Luzbel lo máximo posible y, luego de saber dónde se encontraba, pensar en un plan para ayudarlo, aunque lo tuviera que hacer yo sola sin ayuda de Azael.

(...)

Cinco horas después caminando, no tenía ninguna pista de dónde se podían encontrar los hermanos de Luzbel. La lluvia me había calado completamente y puede que tuviera una mini hipotermia, pero seguía caminando mientras observaba los símbolos dorados.

Si pudiera contactar a Gabriel, seguramente sabría en dónde se encontraba Luzbel.

—¿No te cansas de dar vueltas? — ​me sobresalté al escuchar a alguien detrás de mí, a juego con un motor.

Me giré con el corazón en un puño, viendo a Semyazza empapado por la lluvia sobre su moto gris con los brazos cruzados sobre el manillar, mirándome con los ojos entornados, analizándome a consciencia. Me quedé en completo silencio sin saber qué decir ante su mirada acusatoria, hasta que se irguió, poniéndose completamente recto en el asiento.

Las gotas de lluvia resbalaban de su cabello negro hasta su rostro.

—¿Qué haces aquí? — ​inquirí, mirando a nuestro alrededor con desconfianza.

—Llevo quince minutos siguiéndote — ​ni siquiera me había dado cuenta —. ​¿Qué haces dando vueltas por ahí con la tormenta que hay? — ​me mordí el labio inferior, nerviosa.

—Estoy buscando algo... — ​no mentí.

—¿Algo? ¿El qué? — ​interrogó, extrañado.

—Algo que no sé dónde está...

Lucifer (1° Parte) || En Físico ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora