Capítulo 1

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«He reescrito el libro con mejor ortografía, mejores momentos y quitado cosas que no me gustaban, sustituyéndola por otras, por si vas a releer la historia o estás a la mitad y no recuerdas ciertas partes»

|| Agradecería si educadamente me avisarais si veis algún fallo comentando en el párrafo que esté la falta ortográfica ||

Noté cómo mi brazo se elevaba y tiraban de él con mucha brusquedad, provocándome bastante daño en la muñeca; posteriormente empecé a escuchar murmullos que no lograba comprender por el dolor de cabeza que tenía. Hice un gran esfuerzo por abrir los ojos, pero el sol me cegó, volviendo a cerrarlos por un instante, intentando acostumbrarme al intenso sol que abrasaba mi piel.

Me percaté al tocar mi cabello castaño que estaba enredado y sucio, sin embargo, al ver mi ropa sucia y sudada, me creó aún más confusión.

¿Dónde estoy?

Fue lo primero que pensé al percatarme de la arena de mi alrededor, en cambio, lo que más llamó mi atención fue una figura corpulenta a mi lado. Se encontraba de pie, pero no lograba verle la cara, ya que se encontraba de espaldas a mí.

—¡Esta vez has ido a otro puto nivel! — ​miraba hacia el cielo con el cuerpo tenso y los puños apretados, dándome cuenta de que mi muñeca izquierda estaba elevada, de ahí provenía el dolor, unas esposas plateadas me unían a su muñeca derecha.

Unas esposas...

Mi respiración se entrecortó al procesar aquellas esposas metálicas, incorporándome torpemente por la arena y el dolor de cabeza que no me dejaba pensar en buenas condiciones en ese momento. Tomé la muñeca del chico con las manos temblorosas, provocando que se girara bruscamente y apartara su mano con brusquedad de mi agarre, tirando inconscientemente de mí y nuestros pechos se chocaran; me aparté rápidamente con su mirada fría clavada en mí. Agaché la cabeza casi al instante por lo imponente que era, pero no pude evitar preguntar:

—¿Por qué estamos esposados? No recuerdo nada... — intenté forzar la anilla móvil de mi muñeca, aunque fue inútil, ya que eran de buena calidad.

—Es una muy buena pregunta —​ dijo el misterioso chico llevando su mirada de nuevo al cielo con determinación —. A mí también me gustaría saberlo — farfulló con desdén.

Analicé nuestro alrededor, intentando descubrir dónde nos encontrábamos y así poder pedir ayuda, pero mi sangre se heló al no ver más que arena a kilómetros a la redonda. El cómo habíamos acabado en pleno desierto había pasado a un segundo plano con tal de saber cómo íbamos a salir de allí sin morir de deshidratación o por un golpe de calor que ya me estaba afectando considerablemente por los mareos y el dolor de cabeza. Y, por más que pensara, no recordaba nada del día anterior, salvo salir de clase y dirigirme a mi casa.

—¿Sabes al menos el motivo de por qué estamos en el desierto? — ​pregunté algo asustada. La única respuesta que obtuve por su parte fue un encogimiento de hombros mientras miraba a lo lejos —. ​Esto tiene que ser una broma de muy mal gusto...​ — cerré los ojos, echando la cabeza hacia atrás con desesperación —. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?​​ — suspiré para mí con un nudo en la garganta que me impedía casi hablar por el agobio que estaba sintiendo en aquel momento.

—Pregúntaselo a mi padre... — ​lo miré precipitadamente, bastante confundida al no comprender a lo que se refería.

—¿Tu padre? — ​empezó a andar, ignorando de nuevo mi pregunta mientras tiraba de mí, obligándome a que le siguiera el paso para evitar hacerme daño en la muñeca. Observé las esposas plateadas mientras lo seguía, eran bastante peculiares, llevaban grabados en ambas anillas símbolos extraños que no entendía, pero volví a caer en lo que acababa de decir —. ​¿Ha sido tu padre el que nos ha esposado y abandonado en medio de la nada? ​paré en seco, forzándolo a detenerse ante mi tirón.

Lucifer (1° Parte) || En Físico ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora