Capítulo 4

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-Bien, pregunta y después veré si respondo - aceptó al cabo de unos segundos.

-¿A qué te refieres con "lo dije, pero no de la manera que ellos piensan"? - apoyé la mandíbula en mi mano.

-¿A qué crees que me refería en ese fragmento? - me acercó el libro para que pudiera volver a leerlo, pero ya me lo sabía de memoria de las veces que lo había repasado.

-Se supone que me tienes que responder tú - sonreí al ver que se encogía de hombros con despreocupación.

-Lo haré, pero no te daré las respuestas sin más, te tocará pensar también y llegar a tus propias conclusiones - no pude ocultar mi sorpresa al escuchar esa respuesta por su parte.

Intenté pensar en una respuesta convincente mientras observaba el libro, intentando localizar en ese fragmento lo que no encajaba. Luzbel continuó bebiendo su café observándome en completo silencio.

Dudaba en decir lo que realmente estaba pensando sobre el pequeño pedazo escrito de Isaías.

-Vamos, di lo que piensas - insistió, perdiendo la paciencia -. Recuerda que estás hablando con el Diablo y algo peor que yo no podrás decir.

-Estoy hablando con Luzbel, no con Lucifer - aclaré con seriedad sin despegar mis ojos azules de aquel texto -. Además, es tu historia y no por ello debo controvertirlo o faltar al respeto sin querer, así que prefiero no hablar hasta estar completamente segura de mis palabras.

-No deberías ser tan cuidadosa con lo que dices. Me han llegado a decir muchas barbaridades, por no hablar de las historias inventadas que han hecho sobre mí, por lo que tus conclusiones no me sorprenderán u ofenderán en absoluto - me aseguró con despreocupación, dándome el pequeño empujón para decir lo que pensaba desde el principio, y en caso de fallar, disculparme.

Tomé un pósit de mi mochila y escribí lo que dijo Luzbel, ya que en el libro no podía escribir o subrayar lo que quería para poder explicarme.

-En nada de lo que dijiste pusiste de menos a tu padre, en todo momento dijiste las estrellas o las nubes que había hecho él en su momento - se sentó a mi lado con los brazos apoyados sobre la encimera de la isleta, expectante -, pero lo que más llama mi atención de aquí es el "semejante" - señalé con el bolígrafo, aunque estaba subrayado varias veces y redondeado -. Su definición es claramente parecerse a otra persona o cosa, por lo que nunca despreciaste a tu padre ni dijiste que serías mejor que él... - lo miré durante un instante, al ver que no me interrumpía, asegurándome de que seguía atento a mis palabras antes de continuar -. Querías ser igual que él, no mejor, y supongo que era para que estuviera orgulloso de ti; su hijo favorito.

Esperé alguna respuesta por su parte, pero tan solo se me quedó mirando en completo silencio. Ninguna reacción o mueca que me diera una pista de lo que estuviera pensando en ese momento, causándome mucho nerviosismo al pensar en la posibilidad de que se estuviera conteniendo las ganas de gritarme o de algo mucho peor.

-Interesante... - murmuró, antes de sonreír de medio lado y darme la espalda para incorporarse de la silla.

No se estaba quieto en un mismo lugar durante mucho tiempo.

-¿Y lo de Adán y Eva? - me atreví a interrogarlo al ver que no se había tomado mal mi teoría, la cual fue bastante acertada por su expresión -. Se supone que los persuadiste para que pecaran - se pasó una mano por el cuello, pensativo.

-Los hice ir por mal camino porque les di esa opción, pero no para que pecaran - pasó la mano que tenía en el cuello a su pelo revuelto, peinándolo ligeramente hacia atrás -. Me resultaba interesante hacer que los dos humanos tuvieran su propia forma de pensar, y que no estuvieran guiados en todo momento por alguien; por ese alguien, me refiero a mi odioso padre - asentí, entendiendo aquella indirecta -. Solo estaban ellos y unas opciones que podían llevarlos por el buen camino o pecar; lo que se llama libre albedrío.

Lucifer (1° Parte) || En Físico ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora