Capítulo 107.

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Ha pasado ya más de un mes y aun no le he contado a Aaron sobre mi embarazo no porque no quiera, sino porque no está lista la sorpresa. El ha notado mi cansancio, que duermo como nunca, y más que todo mis antojos...como ahora.

- Amorrrr. —me levanto del escritorio y me acerco al de él.

- ¿Tienes hambre? —pregunta sin levantar la vista de su laptop.

- Sí.

- Yo como lo que quieras tú. —mira su reloj para verificar la hora. —¿Adónde quieres ir a comer?

- Donde sea, solo quiero comida.

Salimos del edificio tomados de la mano y caminamos.

- Estoy antojada de algo.

- Últimamente estas muy antojosa.

- Está por venirme la menstruación.

Cada vez que nos toca la consulta del ginecólogo para ver cómo va el proceso para poder quedar embarazada he hecho un drama diciendo que me siento muy muy mal para salir.

- Estará por llegar los días en que me quedo hasta tarde en la oficina. —Lo golpeo en el brazo.

- Yo no soy tan gruñona.

- Yo creo que sí.

Llegamos al pequeño restaurante y nos sentamos, a él no se le olvida que es mi favorito, es al aire libre, dentro del local hay árboles como un bosque, en la terraza todo es natural, la luz que entra y la fresca brisa.

Automáticamente llega nuestro mesero preferido.

- Buenos días señor Cromwell, señorita Woods. —hace la ridícula reverencia de siempre.

- Te he dicho mil veces que nada de formalidades, Aaron y Ada, ya. —el rie.

- Bueno, bueno. ¿Qué ordenaran hoy?

- A mí el sándwich de pollo, el de siempre pero por favorrrr escribe en esa pequeña libretica tuya que le agreguen mucha mostaza y orégano. —los dos arrugan la nariz. —y papas francesas con mostaza igual como si fuese salsa de tomate, de resto todo como siempre. —el de su delantal saca un pequeño papel donde la última vez le escribí todo lo que quería en el sándwich... y que lista es.

- Por eso eres mi favorito. ¿No es tierno?

- Si alguien me pidiera esa locura hasta yo lo guardaría, no es algo que se vea todos los días. —habla y Aaron se ríe dándole la razón.

El termina su pedido y quedamos los dos solos.

Ok, los vestidos me están quedando ajustados, las caderas es lo que más me ha crecido y creo que Aa...

- Preciosa. —interrumpe mis pensamientos, pero me derrite cuando me llama así.

- Dime. —estoy recostada en la silla descansando.

- Primera vez en todo este tiempo que noto que la comida te hace efecto.

- ¿Cómo así?

- Que nunca te había visto pancita. —me enderezo y sonrío tiernamente.

- Si, también lo note, tengo unos kilitos de más, culpo a las pizzas de madrugada.

- A mí no me molesta como te lucen esas caderas. —se restriega la cara y hace como si se estuviese babeando.

- Pero chicoooo. Sí que sabes cómo animar a alguien con kilitos.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora