Capítulo 32.

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Un pequeño salto me despierta, abro mis ojos y ya estamos en camino al aeropuerto.

- Eres experta en dormirte en menos de 2 minutos -comenta riéndose.

- No has visto nada.

- Ya estamos llegando.

Me acomodo en el asiento y le escribo a mi mamá preguntándole en donde está.

"Esperándote, te veo afuera"

Vuelvo a cerrar mis ojos color caca, como dice David.

- Si te vuelves a quedar dormida, te dejo aquí en el auto. No quiero que me muerdas si intento despertarte -Dice mientras gira el volante en una curva.

- Tampoco soy Fiona cuando me despierto.

- Eso no me consta.

Intento no dormirme, porque sino me tendrán que sacar de aquí con una grúa. Llegamos y veo a mamá en la entrada del aeropuerto, nos estacionados un poco más allá de la puerta y bajamos las maletas.

- Como hombre, pensé que mínimo, traerías sólo una maleta -trajo dos bolsos.

- Nunca se sabe que ocasiones pueden presentarse -se excusa.

- Eso, o eres una diva.

- Nuestra ropa ocupa más espacio que las de ustedes.

- Excusas. Pagarás un buen dinero en estacionamiento hasta mañana en la noche -le comento mientras caminamos de regreso a donde vimos a mamá.

- Bob vendrá más tarde a buscarlo.

- ¿No irá con nosotros?

- No -su mirada es comprometedora.

Aaron, yo, de viaje, solos, sin Bob... Mm, dejemos todo a la imaginación.

«No quiero quejas después, sobre lo que imaginare»

«Tú te armaras la novela Mexicana sobre Guadalupe»

- Este es tu boleto, no lo pierdas -me extiende el boleto mientras llegamos a la entrada.

- ¿Y los muchachos? -pregunto cuando la veo sola.

- Adentro. Hola Aaron - mamá se acerca a abrazarlo.

- ¿Cómo está señora Foster? -le da un beso en la mejilla.

Yo no recibí beso en la mejilla, sólo una queja por tardar tanto.

- Nada de señora, Alice, mi nombre es Alice. Pero bien, estoy bien, los estaba esperando porque ya tenemos que entrar a la zona de embarque.

- Entremos para despedirme de los grandulones. ¿Nos da tiempo? -le pregunto a Aaron.

El mira su reloj y aprieta su mandíbula.

- Si.

Caminamos con la maleta y los bolsos, y ahí están en una banca sentados, ni caben los dos. Se levantan apenas llegamos.

- Le iba a hablar mal a mi hija de ti, si no llegabas a despedirte -me dice Alex.

- Y yo no te iba a hacer más desayunos - me abraza y me levanta del suelo.

- ¡Bruuuuuce! Bájame, la braga se me está metiendo por el trasero.

- Jefe cabreado a la vista.

Dulce Infierno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora