Carol se encogió de hombros y continuó con su tarea de ordenar los cachivaches de Rhodey.

—Pregúntale la próxima vez que lo veas.

Fue su solución y Rhodey estuvo de acuerdo con ello. Una vez más, guardó lo encontrado en su bolsillo.

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Tony despertó cuando sintió movimiento a su lado, se estiró un poco y talló los ojos.

—Buenos días—murmuró.

—Buenos días—escuchó la respuesta de Steve y como éste le acariciaba, una vez más, el cabello.

—¿A dónde vas?

—A correr—dijo—, ya que Peggy y tú están aquí, puedo dejar en buenas manos a Peter y Johnny.

—Por supuesto—aseguró Tony abriendo los ojos para toparse con los de Steve, con el azul del cielo, un cielo más bonito que el que imperaba afuera, gris y amenazando con nieve. Luego, dio un respingo—. ¡Ah, diablos! Tengo que irme.

—¿Ahora? ¿No puedes quedarte?

—Es trabajo.

—Sólo un poco—dijo Steve—. Un día.

—Eso no es poco—dijo Tony riendo.

—Vamos, eres Tony Stark, el jefe, puedes faltar si te da la gana. Dame un día, no te cuesta nada.

Tony sonrió y le pinchó la mejilla con el dedo.

—No lo sé.

—Sí—insistió Steve—. Voy a correr, tu duermes un poco más; después, desayunamos, cocino lo que tu quieras. Me ayudas a cambiar a los niños y, no sé, vamos a dar un paseo con ellos y Dodger. Vamos a comer o pedimos comida de nuevo, vemos alguna película, charlamos, me ayudas a quitar la nieve (si hay). En la noche hacemos la mesa de la sala a un lado, jugamos twister, cocinamos algo para la cena.

—Un pastel—dijo Tony—. Siempre he querido hornear uno, con lo que me gustan esas cosas, tal vez no sería mala idea aprender a hacerlos. Aunque seguramente seré un desastre.

—Buenos, tus galletas estaban feas, pero sabían delicioso.

Tony rió.

—¿He hecho galletas?

Steve asintió.

—¿Y qué dices? —preguntó—¿Te quedas?

Tony le miró sonriente, era tentador, enormemente tentador.

—Está bien —dijo—. Creo que puedo retrasar el trabajo un poco.

Steve sonrió ampliamente y lo besó rápidamente en los labios.

—¡Bien! No me tardo—dijo apartando las mantas, pero antes de bajar un pie fuera de la cama, sintió que Tony lo retenía del brazo; así que giró para mirarle interrogante.

—Conozco un mejor ejercicio matutino que correr—dijo Tony y sonrió con picardía.

—Ah, ¿sí? ¿De qué se trata?

Tony tiró de él hasta atraerlo de vuelta, casi sobre él. Colgó de su cuello y lo hizo bajar el rostro para besarlo. Steve correspondió gustoso, feliz.

Lo abrazó bajo las sábanas, profundizando el beso y frotando sus cuerpos, sintiendo lo delicioso que se sentía incluso con la ropa entre ellos. Tony tiró de la playera de Steve y éste se deshizo de su camisa. Después, llegó el turno de los pantalones y, por fin, pudieron sentir el calor del otro envolviéndoles. Tony separó sus muslos, rodeando con las piernas la cadera de Steve, profundizando el contacto y moviendo la cadera en busca del roce entre sus pelvis. Empujó después, suavemente a Steve, haciéndole caer de espalda en la cama y él se sentó a horcajadas, para tomar entre sus manos el miembro semi erecto de Steve. Lo rodeó con los dedos, masajeando la piel, retirando el prepucio para descubrir la cabeza y acariciar la sensible zona.

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now