Peggy dio un respingo.

—Precisamente de él quería hablarte—dijo—. Pero hablemos de eso después. Dime, ¿hay alguna manera de romper esa ilusión?

Steve sacudió la cabeza. Habían llegado a casa y abrió la puerta para dejarle pasar, junto con los niños.

—Mi amigo Thor está ayudándome con eso. Pero sé que Tony siente algo por mí, sólo que se siente frenado por la supuesta relación que tiene con von Doom. Sólo necesita aceptarlo... de hecho vendrá está tarde.

Peggy meditó el asunto mientras ayudaba a Steve a preparar los biberones de los gemelos y también los vigilaba.

—Todo parece tan extraordinario—concluyó—. Pero te creo, Steve. Sé que Sharon había cambiado mucho, ¿recuerdas que me prohibió visitarlos? Estaba celosa, pero yo era su tía, como podía imaginar que tú y yo...

—Tal vez, fue mi culpa, Peggy. Ella sabía lo mucho que me gustabas años antes.

Sí, pensó, Peggy, pero eso era el pasado. Un amor juvenil, porque Steve estaba muy joven entonces, era impresionable, y muchos hombres se sienten atraídos por mujeres mucho más mayores que ellos. Peggy se había dado cuenta, no era tonta y Steve siempre había sido transparente como el agua clara de un manantial. Cuando se enteró de que Sharon y él se habían reencontrado en Estados Unidos, se había sentido complacida, porque quería a su sobrina como si fuera una hija y Steve era el mejor hombre que pudo haberse cruzado en su camino. Lástima que las cosas no hubieran resultado.

—Lo importante ahora es que recuperes a tu familia—dijo y Steve estuvo de acuerdo.

Estaban alimentando a los niños cuando sonó el timbre. Steve sujetó a Peter entre sus brazos y caminó con él hasta la puerta. Se las arregló para abrir y volver a sujetar el biberón de su hijo.

Tony lo miró desde el umbral de la puerta y no pudo evitar sonreírle.

—Te estaba esperando—le dijo, Steve.

—¿Es hora de comer?

Steve asintió y Tony entró a la casa, cerró la puerta tras de sí y sonrió.

—¡Te ayudo! —dijo muy contento, entrando a la sala— ¿Dónde está Joh...?

Las palabras se le cortaron ahí. Puesto que, en la sala, sentada en el sofá y con Johnny en sus brazos, estaba aquella mujer con la que había visto a Steve en el café. Frunció el ceño y tuvo ganas de golpear a alguien, más específicamente, a Steve. Pero sintió más aversión hacia esa chica cuando ésta le sonrió. Vaya que era bonita, madura, con algunas líneas de expresión bien marcadas, y con un mechón plateado surcando su cabellera castaña, pero muy, muy atractiva.

—¡Tony!—dijo ella con familiaridad—¿Ya no te acuerdas de mí? Supongo que no; la última vez que te vi tenías como cinco años. Has crecido tanto y te pareces mucho a Howard.

Tony le miró extrañado, con la boca seca. ¿Acaso la conocía? A su espalda, Steve reingresó en la sala con Peter en los brazos.

—¿Lo sostienes por mí, Tony?—Le dijo y se lo entregó— Me falta alimentar a mi hijo canino.

Dodger, que se había levantado de la alfombra para exigir caricias de Tony, siguió a Steve moviendo la cola completamente emocionado con la perspectiva de la cena. Tony sujetó a Peter en automático y le dio el biberón a medio beber que Steve le tendió. Después, se sentó a un lado de la mujer que aquel no había tenido la decencia de presentarle. Tal vez, porque había supuesto que se conocían, pero él no podía recordarla.

—¿De verdad no me recuerdas? —le dijo Peggy.— No te culpo, en ese entonces yo era muy joven. Dime ¿qué pasó con el juego de vaqueros que te regalé en Navidad? ¿Te acuerdas de eso?

El inesperado despertar a tu ladoWhere stories live. Discover now