CAPITULO 37:

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CAPÍTULO 37:

Dos semanas después de esa fiesta recibí una llamada bastante inesperada por parte de Isaac. Quería que nos viéramos para tomar un café. No dudé apenas nada en aceptar su propuesta.

Me parecía un chico bastante amable y agradable. Desde que nos conocimos habíamos estado escribiendo y lo había podido conocer mejor.
Me contó que era voluntario en un refugio de animales maltratados y que varias tardes iba a casa de ancianos sin familia y les ayudaba con la compra, la limpieza… etc. Por lo que se veía era un buen chico, que se preocupaba por los demás sin importarle el poco tiempo que le quedaba para él.

Isaac me recordaba a Finch, él era de ese estilo. Era un gran chico siempre ponía a los demás por delante suyo. Su forma de ser fue lo que hizo que me enamorara de él. Ahora solo me quedaba esperar que no se lo llevaran lejos, cosa que aún seguía intentando convencer a su madre.

Esa tarde vino Kora a casa y mientras que yo me vestía, ella no dejaba de desordenar mi habitación. Estaba “enfadada" porque según ella, hoy era el día de hacer el tonto todo el día e hincharnos a helado, pero le había dejado plantada.

La dejé en su casa y después fui a la cafetería que eligió Isaac. Gracias al GPS pude llegar sin problemas al establecimiento. Aparqué el coche en el primer lugar que encontré vacío.
La fachada de la cafetería era muy rústica, parecía un lugar muy acogedor. Crucé la entrada y un señor cogió mi chaqueta. Después, este me guió hacia la mesa donde me estaba esperando Isaac.
Observé el sitio y realmente era precioso. Tenía el techo de madera, las paredes estaban pintadas con un color crema muy acogedor y junto al olor de comida casera, daba la sensación de estar en un hogar.

Él se levantó para acercarme la silla, como un caballero, aunque no era necesario, podía yo sola.
Al principio solo estuvimos hablando del lugar y fue él el que decidió que íbamos a tomar los dos. Me dijo que ya había estado varias veces aquí y que conocía la carta. Así que le dejé que me impresionara.

El camarero nos trajo a cada uno un café caramelizado junto con un pequeño pastel de fresa. Estaba muy bueno.
Me había comido ya mi mini- pastel y para que negarlo, estaba viendo el de él. Mientras lo mantenía entretenido mirando ma televisión que había justo encima de mi cabeza, sin que se diera cuenta, tomé una cucharada.

- ¿ Está bueno? – pues sí, se dio cuenta.
- Sí…- le estaba mirando con cara de cachorrito. A ver si así lo convencía para que me diera un trozo más.
- ¿ Quieres más?- asentí. Él rió- Toma anda, puedes comerte el mío.
- ¡oh! Gracias. ¡ Eres lo mejor! – me pasó su plato y me terminé el pastel.
- Parece que te gusta- dijo negando con la cabeza .
- Está riquísimo.

Salimos de la cafetería y me acompañó hasta el coche. Me gustaba esto. Estar con él, me hacía sentir cómoda, bien. El trayecto fue en silencio, pero no uno incómodo, sino todo lo contrario, uno del que disfrutas.

Me despedí y subí al coche. Fui a casa con una sensación de paz.


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¡¡¡ Sorpresa!!!!

The Eva's ProblemWhere stories live. Discover now