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Jin se sentia agradecido por la comprensión que de pronto le brindaba el menor, sin preguntar, sin presionarlo demasiado, era perfecto.

-¿A dónde vamos?- preguntó el abuelo mirando por la ventana la bella ciudad nocturna, hace tanto que no paseaba por aquellas pobladas calles de Seul, que le brindaban una calidez y un sabor a tristeza amarga en su boca.

-Es un lugar bonito abuelo, no preguntes más.- bufó el mayor de los hermanos riendo ante la expresión "molesta" del señor, Jin aunque no quisiera admitirlo estaba feliz, sentía su corazón descansar de una carga cuando veía a su abuelo reír como lo iba haciendo esos días. Porque si, días habían pasado desde que su abuelo llegó, días en los que Jin se ausentó por completo de sus obligaciones.

Días completos si decirle a nadie el por qué de su ausencia, tampoco es que tuviese tantos amigos, y los más cercanos eran simples máscaras de arrogancia y egocentrismo que se acercaban a el por el simple placer de ser "amigos del presidente".

Jin los odiaba en especial a Kim Taehyung, ese niño, tan solo una fría máscara de popularidad que se apego a él como una garrapata a la piel de un perro, un fino perro.

El punto... Taehyung era tan beneficioso como molesto en su vida, el le ayudaba en bastantes cosas para ser sinceros, pero así como lo ayudaba le pedía tantísimos favores.

Organizar citas en su nombre, conseguir dinero fácil, ser anfitrión en fiestas. Sin duda alguna que SeokJin sea alguien conocido en la universidad lo convertía en la presa fácil de el riquillo del salón, Kim Taehyung.

Y de ahí, una larga lista de personas que se acercaban a el presidente Kim se extendía a lo largo de los últimos tres años. Muchos lo admiran por haber llegado tan alto en el cargo de la universidad, sin embargo para Jin tan solo era un pasatiempo, ser importante y alabado era algo que según el, era malo en su personalidad, como el juego, eso tan bien era tan malo en él. Sabía que la avaricia y el narcisismo no lo llevaría a ningún lugar, sin embargo lo disfrutaba, demasiado.

Disfrutaba los alagos, los aplausos, las miradas fascinadas de todo, de todos y en espacial de uno, uno más importante que el resto.

¿La razón?

No lo sabe, solo estaba consciente de lo bien que se sentía ser observado, perseguido, alabado por aquel chico moreno de hoyuelos pronunciados, y le molestaba, totalmente, que aquel chico lo dejara de lado.

Detestaba la última conversación que habían sostenido, detestaba que de pronto aquel jovencito haya decidido dejarlo en paz. ¿Por qué? Si desde la primera vez que se vieron frente a frente algo hizo click en la mente del mayor, algo que había decidido ignorar olímpicamente, era estúpido, que le gustase un niño de primer año, además de eso, el no tenía tiempo para pensar en esas cosas, no después de Ken, no después de esa tóxica relación.

Por eso lo había ignorado tanto, lastimandome en cada encuentro, por qué tenía miedo, estaba herido, roto. Aún lo estaba. No cambiaría nada, tan solo... Su ego necesitaba ser alimentado, y que mejor que aquel chico que parecía estar enamorado de él, no dejaría que se fuera. No como Ken. No cometería el mismo error dos veces.

***

-Día 13, aún no se sabe nada del sujeto, se sospecha que ha sido violentamente secuestrado y tirado en algún matorral, lamentablemente no existen más pistas sobre ello. Solo debemos esperar más tiempo.

-Estás enloqueciendo.

-Te equivocas, el ya estaba así.- respondió el pelinegro, tomando su rico café de las cinco en su taza de Buzzlihgyear.

-Si, bueno... Ahora le habla a la sopa, algo debemos hacer.- el pelinegro volvió a asentir dejando la taza de la lado y levantándose de su cómodo sofá. Se acercó sigiloso al castaño y al posicionarse tras suyo golpeó fuertemente su nuca haciéndolo sobresaltar.

Penetrame, ¡ahora! [NamJin]Where stories live. Discover now