Capítulo 27

19.7K 1.9K 1.2K
                                    

Las secuelas de la horrorosa cita doble fueron una pesadilla en vida para mí. Esa noche Tania sacó a relucir la peor de sus facetas, una furiosa que no contuvo ninguno de sus más groseros pensamientos. Intentó hacerme sentir mal, diciéndome lo patético que le parecí demostrando mi amor por Ana frente a su novio y de ella misma, una actitud digna de un verdadero canalla.

Me acusó de ser infiel y un vil traicionero, argumentando que sólo la utilicé para colmar mis deseos carnales y después deshacerme de ella, rompiéndole el corazón de la peor de las maneras. Se molestó tanto que me pidió espacio y tiempo para pensar en lo nuestro, lo cual me pareció absurdo y contradictorio, ya que todo esa escena había sido idea suya y nosotros sólo aceptamos ser los peones en su juego.

Para ese punto de la noche estaba tan cansado y decepcionado que no me importó su opinión, ni siquiera después de haber confesado que la amaba y de compartir la intimidad con tantas ganas. No me defendí, no debatí ante sus ataques, la escuché con detenimiento y acepté su decisión sin oposiciones. Y también así de fácil dejé que se marchara. 

La verdad es que mi única preocupación radicaba en Ana, con la cual aún no había tenido la oportunidad para hablar, por lo que no sabía cómo estaban las cosas entre Miguel y ella luego de que se fueran la noche anterior dejando tras de sí una estela de confusión. Era extraño, pero me encontraba más angustiado por su relación que por la mía, quería saber cómo se encontraba, aunque no creía que fuera prudente llamarle después del lío en el que la había metido; quizás estaba enfadada conmigo, o tal vez su novio la acompañaba en ese momento tratando de reparar los daños que hice. 

El resto de la noche y las horas que habían transcurrido de ese nuevo día las pasé angustiado, preguntándome qué podría estar sucediendo en la vida de mi amiga tras aquella ridícula velada, y la duda comenzaba a carcomer cada parte de mi ser. No quería esperar más tiempo, por lo que tomé mi celular y le escribí un texto con desesperada rapidez. Era más discreto que una llamada, así que si estaba con su pareja podría ignorar el mensaje con facilidad y responderme después.

«¿Estás en tu casa?

La pantalla se volvió a iluminar apenas la bloqueé. No tuve tiempo siquiera para atormentar a mi mente con la posibilidad de que la pelirroja no quisiera hablarme, pues su respuesta fue inmediata, lo que significaba que no estaba acompañada.

»Sí.

«¿Puedo pasar por ti para ir a algún lugar a conversar?

»Por favor, creo que ambos lo necesitamos.

«Iré en una hora.

Suspiré, aliviado. Por lo menos aún contaba con la amistad de Ana, y en ese momento era lo único que necesitaba para sentirme relajado. Además, por su último mensaje, podía concluir que su noche tampoco había terminado del todo bien, por lo que nuestra compañía podría ser clave para no dejarnos caer en un estado de ánimo falto de alegría.

Tomé un largo baño, permitiendo que las gotas calientes disiparan la tensión a la que mis músculos se encontraban sometidos. Y durante ese lapso me propuse olvidar las ofensas que Tania lanzó contra mí, tan repulsivas que no pretendía repetirlas.

Era terriblemente hilarante amar a una persona a la cual no le importaba lastimarte.

Sus palabras fueron dagas que arrojó para herirme, apuntando directo al centro de mi pecho, pero fue mi culpa permitir que convirtiera mi cuerpo en su centro de tiro.

En realidad me culpaba por todo, por dejarme influenciar para llevar a cabo la cita, por aceptar, por ceder ante los encantos de Tania, por no poder disimular mi interés en Ana. Todo parecía ser mi culpa, y necesitaba remediar aquél error, comenzando con la pelirroja, la cual aceptó inocentemente como una buena amiga y terminó enredada en un dilema.

Para la chica que siempre me amóWhere stories live. Discover now