Capítulo 13

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El cielo nocturno de la ciudad estaba tapiado por grises y pesadas nubes que alertaban a todos sobre la cercana lluvia. Los faroles iluminaban las calles transitadas del centro, proyectando las sombras sobre los adoquines. Era la primera noche en la que el clima refrescaba después del caluroso verano que azotó en la urbe. Algunas personas iban ataviadas con coloridos suéteres, y otros cuantos deambulaban con ropas ligeras para disfrutar del frío viento que recorría los senderos.

Entramos a una galería de arte de un callejón, donde se presentaba la exposición de fotografía de una compañera de Ana de la escuela, la cual insistió en acudir, argumentando que ella aparecería en uno de los retratos.

El recinto era un corto pasillo que después se extendía en una cámara amplia con una claraboya en el techo que durante el día alumbraba el centro de ésta. Apenas eran las siete, la presentación comenzó una hora antes, pero en el lugar ya había una aglomeración de personas que caminaban sin un orden en concreto y cuchicheaban respecto al trabajo de Vanessa. Halagos, felicitaciones y comentarios positivos volaban por el aire. Se respiraba un ambiente jovial y agradable que incitaba a quedarte ahí por un rato. 

Little Darling se abrió paso entre los espectadores con gentiles empujones. Estaba molesta consigo misma debido a su estatura, ya que no alcanzaba a ver las fotografías por encima de las cabezas del resto. Buscaba de un lado a otro, ansiosa. Su cabellera desentonada con el resto de matices del lugar, por lo que no me era complicado seguir su rastro. 

Entre la muchedumbre vislumbré a varios estudiantes de la preparatoria, quienes no reflejaban la misma emoción que la pelirroja. Seguí a Ana con la mirada, sin embargo, una luminosidad distinta al resto llamó mi atención, y a pesar de que en ese extremo de la galería hubiese alrededor de tres decenas de fotografías, mi vista se posó de inmediato sobre aquella donde una chica pelirroja miraba directamente hacia la cámara. La imagen de Ana se veía con claridad, pintoresca y llamativa. Llevaba el cabello amarrado y sólo unos mechones rebeldes caían sobre su rostro; tenía un pequeño ramo de flores blancas atoradas en su peinado, y los hombros, apenas visibles, estaban descubiertos. 

Caminé hacia allá esquivando a varias personas, cautivado por el cuadro. Ante de mí se alzaba una faceta imponente y seductora que desconocía de Ana. En la fotografía estaba retratada una chica diferente a la que conocía, se veía más segura de sí misma, casi como una profesional del modelaje. Me quedé estático, rozando cada detalle con la memoria, realmente impresionado por su habilidad fotogénica, de la cual pocos eran poseedores. Su mirada denotaba picardía y elegancia al mismo tiempo. Su sonrisa se curvaba hacia arriba con una sutileza hipnótica. Todo en ella era una mescolanza de belleza.

—Por fin la encontraste —dijo su voz detrás de mí. 

—Pareces una estrella...

Se rió mientras se situaba a mi lado. —¿Estrella de cine?, ¿de teatro?

—No. —La miré a los ojos—. Una estrella de verdad: radiante, única, hermosa.

—Adrián... —Sus mejillas ardieron—, no digas tonterías. 

—No estoy diciendo tonterías, sólo mírate —dije en voz baja, para que nadie pudiera escuchar nuestra conversación.

Hizo ademán de marcharse, pero la sujeté por la muñeca y tiré de ella para acercarla a mi cuerpo. Su costado se estrelló contra mí, y rodeé sus hombros con mi brazo para impedir que se alejara. Ambos permanecimos estáticos frente a su imagen, admirándola en silencio por un lapso considerable, durante el cual los demás parecieron avanzar a una velocidad descomunal. 

—Te ves increíble —susurré, inconsciente de ello. 

—¿Podemos irnos? 

Su pregunta me devolvió a la realidad de un tirón. 

Para la chica que siempre me amóWhere stories live. Discover now