Capítulo 14

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Tania me tenía sujeto por la nuca con ambas manos, acercándome a ella mientras me besaba con fiereza. Sus movimientos eran bruscos y desesperados, pero seductores y apasionados, con ello conseguía hacerme querer que esa brutal muestra de deseo no terminara nunca. Respirábamos con dificultad, separándonos ocasionalmente por unos segundos sólo para recobrar el aliento y continuar con aquella escena. Sus dedos jugueteaban con los mechones más largos de mi cabello, mientras yo la tenía atrapada por su pequeña cintura con necesidad de tenerla únicamente para mí. 

Era muy temprano por la mañana, casi treinta minutos antes de las siete. El cielo aún estaba oscuro, y una delgada capa de neblina cubría las desoladas calles de la ciudad. Estábamos estacionados en la misma esquina de la noche en que nuestros encuentros comenzaron con tintes románticos, esperando a que el tiempo transcurriera para ir a la escuela, a merced del viento que ondulaba las hojas de los árboles sobre el vehículo.

Nuestro encuentro improvisado fue el resultado de una llamada telefónica que me despertó antes de que se activara la alarma de mi celular, en la cual Tania me solicitó que fuera por ella a su hogar lo más temprano posible, argumentando que se sentía sola y quería estar a mi lado aunque fuese sólo por unos minutos antes de regresar a una realidad rodeada de personas. Me di una rápida ducha, comí dos rebanadas de pan tostado y una taza de café bien cargado, y salí de casa, escabulléndome en silencio para no responder a las preguntas que mi madre haría por el repentino cambio en mi horario. 

Se apartó de mí sólo un poco, lo suficiente para que ambos pudiésemos tomar una bocanada de aire fresco, pero manteniendo la distancia al mínimo para que nuestros cuerpos aún pudieran sentir el calor del otro. Los rasgos de su rostro eran visibles ante la parcial oscuridad gracias al halo de un farol en la acera que iluminaba el interior de la cabina. Su semblante expresaba más tranquilidad a comparación de cuando se subió al vehículo, lo que proyectó en mí un estado de parsimonia, verla de esa manera era tranquilizador. 

—Gracias —comentó en un susurro, sin perder su atisbo seductor. 

—¿Por qué? —pregunté en el mismo tenor. 

—Por estar aquí. —Me dio un beso en la punta de los labios—. Por ser el chico perfecto que busqué por tanto tiempo.   

No me dio oportunidad de responder a su halago, pues de inmediato comenzó a darme pequeños y alternos besos en las comisuras de la boca. Su roce cosquilleó en todas mis fibras y me hizo cerrar los ojos al hacerme sentir etéreo. La manera en que alteraba mi existencia era inefable, pues la magnitud de las emociones que me embargaban superaba los límites de la normalidad a la que estaba acostumbrado. Todo eso, lo de ceder al romanticismo y al amor era una experiencia nueva, la cual me tenía confundido, pero al mismo tiempo me hacía sonreír. 

—¿No podemos quedarnos en tu casa igual que el otro día? —pregunté mientras me dejaba llevar por su demostración de cariño. 

—No —respondió con una risita juguetona—. Tenemos que ir a clases.

—No pasará nada si faltamos hoy —dije con la intención de convencerla, deseoso de estar más cerca de ella. 

Alejó su cuerpo, contrariando mis pensamientos, pero sus manos permanecieron sobre el contorno de mi rostro, acariciándome con placidez. —Habrá más días en los que podamos perdernos juntos, pero hoy no es uno de ellos.

Quise rebatir su comentario, persuadirla para escaparnos una vez más de la cotidianidad, pues en ese momento mis deleitables sensaciones me pedían que las explorara, que me dejase llevar por ellas un poco más. Cada terminación nerviosa ansiaba ser activada ante el tacto de Tania, sentir sus manos sobre mi piel y corrompernos por el deseo. Sin embargo, la fracción más recóndita de la lógica me gritaba que me detuviera, que ese precoz afán podría guiarme a la perdición, viéndose mis sentidos nublados por la lujuria. 

Para la chica que siempre me amóWhere stories live. Discover now