Capítulo 24

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Permití que el tiempo transcurriera bajo su curso normal, sin someterlo a presiones ni angustias. Me propuse pasar las primeras horas del día en calma, déjandome llevar por la serenidad que mi grupo de amigos me transmitía con sus bromas y su buen humor. No reparé en los detalles que podrían salir mal y tampoco en lo doloroso que sería un final indeseado. Me desligué de todos esos pensamientos con el propósito de recuperar un poco de estabilidad emocional. Y ese plan parecía estar funcionando a la perfección. 

Podía escucharse mal, incluso malinterpretarse, pero también decidí tomarme un descanso de Tania, olvidándome del problema con el que lidiaba con ella y cediendo al placer de conversar libremente con mis tres amigas, sin alguna clase de temor o inseguridad por caer en su tóxico juego de celos. No me inmuté durante el descanso, cuando su mirada y las de su séquito se posaron sobre mí de forma amenazante. Ignoré todo atisbo de conflictos, no acudí a su llamada cuando solicitó que fuera con ella para conversar, a pesar de saber que ello me generaría un dilema cuando superara el calmoso trance en el que me hallaba sumergido. Nuestra siguiente discusión sería terrible, pero los medios justificaban los fines. 

Fingí ser un chico sin pasado, exento de errores y pecados. Mi personaje era el de un ser despreocupado, sin desvelos que lo persiguieran ni ataduras que lo encadenaran, y esa sensación de autonomía me gustaba lo suficiente para acostumbrarme a ella y hacerla parte de mi cotidianidad. 

Reí carente de escrúpulos, tuve la facultad de disfrutar de las horas de escuela como nunca antes lo había hecho: participé en clases, comprendí los temas vistos al poner la debida atención, inclusive anoté la tarea sin reproches ni quejas contra los catedráticos. En ese momento de parsimonia no admití que algo me perturbara. Sólo necesita la paz de un corto lapso para recobrar un estado de plenitud, el cual sería indispensable para las agitadas olas de emociones que pronto me azotarían. 

Sin embargo, no hay mal que dure cien años... ni tampoco felicidad que perdure por tanto. Durante la última clase mis ánimos comenzaron a decaer, sucumbiendo de nuevo a los odiados nervios que aceptaron una temporal tregua. No quería desprenderme de esa faceta que adopté, aunque sabía que sólo era una clase de préstamo que quizá pronto terminaría. Todo dependía de una respuesta.

Y si Ana se negaba a perdonarme, no sabía cuál rumbo tomaría mi desolada vida.

Los últimos quince minutos fueron los más tormentosos, pues estaba consciente de que mi juicio se llevaría a cabo pronto, falto de conocimiento sobre cuál sería la decisión de la pelirroja, la única que tenía en sus manos las riendas de la conclusión. Mi mente estaba dispersa, alejada del plano terrenal, navegando por diferentes universos y constelaciones... 

Una constelación de pecas, en sus mejillas, en sus hombros... en toda ella. 

Little Darling era una telaraña de estrellas. 

—¿Adrián? —La voz de David me arrastró de vuelta a la realidad.

—¿Eh? 

Todo a mi alrededor recobró nitidez, revelándome que los demás estudiantes se habían marchado detrás de la sombra de la profesora, a excepción de mi grupo de amigos... y Tania, la cual estaba de pie debajo del marco de la puerta, a la espera, observándome con aguda fijeza. 

—¿Te encuentras bien? —preguntó en voz baja, lo que atribuí a la presencia de mi pareja. 

David estaba al tanto de mis planes luego de la conversación que tuvimos la noche anterior. Sabía sobre las dudas que me acechaban respecto a mi relación con Tania, y lo mal que me hacía sentir toda esa situación. Sus consejos solían ser imparciales, guiado por la lógica y el sentido común, pero en nuestra conversación pude percibir su preocupación por mí, y lo mucho que le angustiaba verme de aquella manera. Al final de cuentas, ninguno de los dos era un conocedor sobre el ámbito amoroso ni sobre las cuestiones románticas, pero tantos años de amistad nos habían enseñado a comprender al otro y a no juzgarnos por nuestras acciones, y él me ofreció su apoyo incondicional sin importar la decisión que tomara.            

Para la chica que siempre me amóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora