Capítulo 19

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Suspiré aliviado cuando la segunda clase terminó. Con cada día que transcurría me resultaba más complicado comprender los temas de la materia, aunque pusiera atención y me esforzara anotando todo lo de la pizarra no conseguía descifrar lo que me parecían jeroglíficos de una población de antaño, por lo que mi propósito de ser un estudiante ejemplar estaba yéndose por el caño —igual que cada semestre—. Comenzaba a creer que los rumores sobre el bachillerato de ciencias eran ciertos.

David apretó mi hombro cuando se levantó de la butaca, regalándome una sonrisa. Después del incidente ocasionado por la discusión de los cigarrillos no habíamos vuelto a tocar el tema y ambos fingimos que nada había sucedido. En realidad, ni siquiera volvimos a conversar sobre mi decisión de alejarme de Ana, lo que no sabía si era buen o mal augurio.

—¿Vienes? Iremos por algo de comer a la cafetería. —Hizo un ademán con la cabeza para señalar al grupo de alumnos que estaba reunido afuera del salón.

Mi respuesta iba a ser afirmativa, sin embargo, antes de que pudiese emitir una palabra, un movimiento al frente del aula llamó mi atención, por lo que mi enfoque se dirigió hacia la chica de sonrisa brillante, la cual estaba negando con la cabeza, como una petición silenciosa para que me quedara con ella en lugar de ir con mis amigos.

—Eh... Sí. —Miré a David, quien esperaba por mi contestación—. Enseguida los alcanzo, yo sólo... necesito hablar con Tania sobre unos asuntos.

—De acuerdo, entonces te veremos allá. —Me dio una gentil palmada en la espalda antes de marcharse para reunirse con los demás.

Esperé a que el ruidoso grupo de personas se alejara del salón, no muy seguro del porqué, pero me sentía más cómodo conversando con Tania cuando no había alguno de ellos cerca. Pero, tras revisar los asientos que aún estaban ocupados por varios de mis compañeros, me encontré con la sorpresa de que Catalina también se había quedado en el salón, aparentando estar haciendo la tarea de la siguiente clase, lo cual me resultó inusual, pues ella era la más responsable de todos junto con David.

No le dije nada, y ella ni siquiera se molestó en mirarme. Hasta ese momento reparé en que nuestra amistad había sufrido un cambio, una transformación silente de la cual ni siquiera me había percatado. Llevábamos varios días sin hablar, limitándonos a sonreírnos mutuamente de forma cordial.

Entonces comencé a hurgar dentro de mis recuerdos para intentar encontrar el momento en el que todo comenzó a tambalear entre nosotros.

Me acerqué a Tania y me recibió con un cálido beso en los labios, a pesar de que en la escuela estuviera estipulado que esa clase de demostraciones afectuosas estaban prohibidas y reservadas para la intimidad de nuestros hogares. Aunque, como en la mayoría de los casos, a ella no le importaba meterse en problemas con tal de ser fiel a su rebelde personalidad.

—Te extrañaba. —Rodeó mi cuello con sus brazos y pegó su cuerpo al mío—. Un día sin ti me parece una eternidad.

—Sí, a mí igual —respondí con inesperada frialdad, aún absorto en mi memoria.

—Ey, qué sucede contigo. —Alejó su rostro del mío para escrutarme con curioso énfasis.

—Lo siento. —Me apresuré a decir, recobrando la noción de la realidad—. He estado un poco distraído el día de hoy.

—¿Te sientes bien? —preguntó con evidente preocupación.

—Sí. —Pensé la respuesta un momento y después me corregí—. No... No estoy bien.

—¿Qué sucede, amor? —Utilizó una tonalidad melosa, al compás de una mirada inquisitiva con un toque de coquetería, con la cual solía chantajearme para que le dijera mis pensamientos.

Para la chica que siempre me amóWhere stories live. Discover now