46- Te amo.

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Valentina

Después de almorzar dimos un paseo por el lugar, como los niños ya estaban dormidos cansados de tanto jugar, solo fuimos Rafael y yo, me mostró el habitad de los felinos. Era un lugar enorme y muy seguro, ahí estaba el hombre que los cuidaba, así que no me dio miedo estar cerca, aparte dijeron que eran muy obedientes.

—Ella es Rayitas —señaló a una tigresa—. Es hija de Rayas —el tigre que nos recibió.

—Rayitas ya dentro de poco va a ser mamá —dijo Chuy, el cuidador—. El papá es el cabrón del Blue —señaló a un tigre blanco, grande y hermoso.

—¿Por qué se llama Blue? —pregunté.

—El puto tienen ojos azules —el tigre lo volvió a ver—. ¿Qué me ves? No creas que se me olvidó lo que me hiciste —el tigre le dio la espalda.

—¿Qué te hizo el desmadrozo del Blue, Chuy? —preguntó Rafael.

—Hoy se comió mi almuerzo me boto la cerveza que traía y el sábado pasado me rompió la botella de tequila, el puto —Rafael lanzó una carcajada, a mí se me hizo imposible no reír.

—Es un desmadre —me dijo Rafael a mí—, todo el tiempo se la pasa haciendo sus desastres.

—¿No será familia tuya? —lanzó una carcajada.

—Es peor que yo, te lo aseguro —sonrió de lado. Sabía que me derretía cada vez que hacía eso—. ¿Nos vamos? Ya es algo tarde y no es bueno que andes afuera tan tarde, aparte los niños están esperándonos.

—Sí ya vámonos, estoy cansada y adolorida —y no era para menos, si a hacía un día di a luz a un hermoso bebé.

—Nos vemos Chuy —se dieron la mano.

—Va R. Adiós señora —agite mi mano. Odiaba que me llamaran señora, a postaba a que él es mayor que yo.

—Es muy serio —le dije a Rafael cuando íbamos en el carrito.

—¿Chuy? Sí, pero es buena onda y tiene un don con los animales, todos le obedecen.

—No parece que Blue lo haga.

—Blue es desmadrozo, pero sí hace caso.

Íbamos por un camino empedrado, en el borde de esta casa a su lado habían pequeñas luces y flores, a un lado había una especie de cascada, como era una subida, se veía así. Cuando llegamos hasta la casa, las luces se encendieron, tenían un censor, Rafael se estacionó, rodeó el carrito y me ayudó a bajar.

—¿Vas a dormir o qué? —lo vi sin entender a que se refería.

—¿Qué? —fruncí el ceño.

—¿Qué si te vas a dormir o sólo a recostar?

—Me voy a recostar, me puedes acompañar si quieres —me encantaría poder pasar tiempo con él, los dos, recostados y abrazados, eso era suficiente para hacerme feliz.

—Ni siquiera tenías que decírmelo, ya lo había pensado —subimos las escaleras dobles. Mientras nosotros subíamos por un lado, Tavo, Alejandra, Efrén, Sheko y Diego; bajaban por el otro—. ¿A dónde van?

—A dar el rol, Tavo quiere conocer más —respondió Diego mientras pasaba su brazo por los hombros de mi niño.

—Nos vemos —Efrén levantó su mano.

Ellos se fueron y nosotros seguimos con nuestro camino, hasta llegar a la enorme habitación. Era tan grande que cupieron tres corrales de bebé, tres porque las gemelas sólo podían dormir juntas, aún había una sala con sillones grandes y pequeños, la cama era el doble de la que teníamos en casa, había un gigantesco closet y en el baño había tina, hidromasaje, ducha; de todo. Rafael dijo que esa siempre fue su habitación, por esa razón había muchas fotos de él, de sus hermanos, de su padrino y de sus papás.

Por ti TodoWhere stories live. Discover now