A mi yo de trece años

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Vuelvo a empezar. ¿Cómo empezar mi historia cuando ni siquiera sé en qué parte voy de ella? No sé, ya no sé. Ya los significados se han vuelto a emancipar de sus significantes, la brecha se amplió, y entonces no importa. Me he dedicado cuidadosamente de eliminar, tachar toda motivación, pues todas serán tan ilusorias como la supuesta meta a la que llevarán. Recuerdo olvidar, como haría algún personaje distópico. Porque sí, ahora mi vida es una distopía de lo que apenas hace unos años soñé: cuando tenía 13 o 14 creía que esta era la mejor edad que se podría tener, el apogeo de la juventud.

No sé, ya no sé ni siquiera qué debería escribir, qué deberían significar mis palabras sucias, vacías, tristes, oxidadas. No sé, porque ahora las desconozco. Alguna vez, en clase de literatura habían hablando sobre el arte por el arte, y entonces yo escribo por escribir, aunque no sea arte ni para el arte.

Probablemente sea muy cliché empezar por el número de algún cumpleaños, pero es precisamente tener esta edad lo que me motiva a empezar a escribir ahora. No sé. Tampoco sé si ha sido un arrebato de narcisismo, de impulsividad, o simplemente de entusiasmo. Todos somos así. Todos queremos que nos escuchen, o al menos convencernos de que así es. Que alguien me lo niegue.  

Mañana, la fecha que toda persona anhela, la fecha en que adquiero la edad de tantos personajes con que soñé. Yo, a esta edad ¿qué he hecho? ¿Qué hice hasta ahora? Llegó la hora de apenarme por lo que no fue. Siento el vértigo del tiempo caer sobre mí, los años aplastarme. El peso, el tiempo: un derroche. Cuántas toneladas de comida habré comido. Cuántos corazones habré roto. Cuántas palabras sin sentido habré dicho, cuantas pobres hojas habré llenado de palabras inútiles. En una adolescencia, aún sin terminar, he sentido el peso de casi una vida entera, o por lo menos eso creo, eso siento. Cómo puede caber tanta profundidad en tan pocos años, emociones en exceso. No lo entiendo. 

Siempre me ha gustado ese número, el número de los dieciséis. Sentía que, por lo menos, a esa edad podría tener la suficiente fuerza vital, el suficiente valor para cumplir las osadías que a los once imaginaba. Soñaba con, en este momento, ser capaz de irme sin más, sin pensarlo. Que a los dieciséis por fin pudiera liberar miedos, y mi jaula se convirtiera en pájaro como Pizarnik una vez escribió.  *

Probablemente, todo siga igual. Y sea apenas una triste fecha, como otras 16 fechas han pasado. Voy a atravesar una línea, no a dar un salto mayor. Ningún sueño se cumplirá junto a unos 16 años.

25 de septiembre, 2018. 


 * Pizarnik escribe en un poema titulado El despertar: "Señor / La jaula se ha vuelto pájaro / y se ha volado. "

EsquirlasWhere stories live. Discover now