Culpas parte 1

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La noche se tornó aun más fria de lo que ya estaba. Esa calidez que los había envuelto a todos por unos segundos ya se había desvanecido hace rato. La muerte de la sacerdotiza había dejado un hueco en el corazón de todos, pero quien más se encontraba afectado era Inuyasha. No la había olvidado, eso estaba claro. Tampoco había olvidado los planes que tenía con ella hace 50 años; abandonar el deseo de convertirse en un monstruo por completo usando la Perla de Shikon, para convertirse en un humano y vivir con Kikyo. Pero el montaje que Naraku les hizo estropeó todos esos planes, todo ese futuro. Enfrentados, odiándose a muerte, Kikyo selló a Inuyasha antes de morir, llevándose con ella la Perla, que tiempo después volvió a caer en manos equivocadas. 50 años después, ambos se dieron cuenta que todo había sido una trampa, que el odio había sido innecesario, que de haberlo sabido, todo podría haber terminado diferente. Pero ya era demasiado tarde, Kikyo sólo era un cadáver de barro y huesos alimentado por almas, y en la vida de Inuyasha ya había aparecido otra mujer, Aome. La relación con ella comenzó con un pie izquierdo. Inuyasha recordaba a Kikyo cada vez que la miraba. Su parecido era innegable, y es que ella era la reencarnación de la guardiana de la Perla. Pero ambas eran totalmente diferentes. Madura, tranquila, con un poder que le bastaba para protegerse sola, Kikyo había sido la dueña del corazón del híbrido hace 50 años. La primera mujer por quien él se preocupó. La primera mujer que amó. Pero al despertar tras medio siglo, se encontró con otra muchacha, extrovertida, un tanto infantil por momentos, risueña, de un corazón noble y una pureza destacable. Ella demandaba mucha atención y cuidados, permanentemente necesitaba a Inuyasha por ser una simple humana, pero... quizá no tan simple como otras, ella podía ver los fragmentos de la Perla que los demás no. Este fue, al principio, el único movito que unía a Inuyasha con Aome, pero a medida que el tiempo pasaba, se fue formando una relación. Aome fue cayendo en sus redes. A pesar de que él solía ser grosero con ella, no dudaba un segundo en protegerla cuando se encontraba en peligro. Esto hizo que ella se sintiese a salvo con él, y sus brazos eran siempre su refugio. Imposible de evitar, ambos fueron cayendo en las redes del otro, cada vez negándolo menos, cada vez sintiendolo mas. Pero Aome sabía que, mientras Kikyo estuviese rondando, Inuyasha seguiría dudando. Los celos que en ella brotaban eran cada vez más incontrolables, más dificiles de ocultar, pero debía actuar según como lo requiera la situación, y ella sabía que Kikyo era fundamental en los planes para destruir a Naraku. A pesar del dolor, ella siguió ahí. Permaneció al lado de Inuyasha minuto a minuto. Incluso ahora, mientras lo veía llorar después de haber sostenido a la sacerdotiza por un buen tiempo. La culpa la inundaba. A pesar de todo, ella quería que se salve. Quería salvarla. Pero no pudo, aunque haya hecho todo lo que estaba en sus manos. Sentía miedo de que Inuyasha la culpase por no haber sido suficiente, o peor aun, que sus ojos tristes la miraran todos los días y le recordaran que falló. Sea como sea, sabía que no había nada que ella pudiese decir o hacer para que el híbrido se sienta mejor. No sabía si acercarse a él y simplemente hacerle saber que estaba ahí para él, aunque sea sólo con su presencia, o si dejarlo solo por temor a ser una molestia. Se mantuvo oculta detrás de un árbol mientras observaba al rabioso de largo cabello gris, que se encontraba sentado en la punta de un precipicio, observando el cielo. Tras pensarlo un buen rato, salió de su escondite, y con pasos tímidos se aproximó a él y tomó asiento a su lado. Inuyasha se percató de su presencia y volteó la cabeza para mirarla, luego volvió su vista al frente.

"Inuyasha..." soltó Aome, con un tono tranquilo, como queriendo iniciar una conversación pero sin saber cómo. "Lo siento..." añadió, dejando ir un suspiro cargado de tristeza.

"¿Por qué te disculpas?" preguntó Inuyasha tras una pausa, con un tono sereno. La joven de cabello negro sintió el vacío en su voz. "No pude-"

"No, Aome. Tu hiciste lo que tenías que hacer. Lo que pasó fue inevitable, no debes culparte por esto" la interrumpió. Escuchar eso fue una especie de alivio. Al menos sabía que no la culpaba, y se sintió un poco más tranquila, pero no menos triste. "Aún así, yo- yo quería-" insistió Aome.

Casi te pierdo.Where stories live. Discover now