El tiempo que perdimos

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by Vanu-chan.

Escuchó repetidos golpes en la puerta de entrada, seguidos de una voz femenina. Odiaba su insistencia. ¿Cuánto tiempo llevaba frente a la puerta? ¿Dos minutos? ¿Cinco minutos? ¿Diez minutos? No tenía ninguna certeza del tiempo, pero aquel insistente sonido había logrado hacer que perdiera el hilo de sus pensamientos. Con lentitud, se fue sentado sobre el sofá café en el que antes se encontraba sentado observando el techo blanco de la sala. Soltó el aire con fuerza y se levantó en dirección a la entrada de su casa. Retiró los seguros y abrió, receptando la mirada sorprendida de una joven azabache, quien le sonrió a penas lo vio aparecer tras la puerta de metal grisáceo oscuro.

Ojos castaños, cabello largo y ondulado en las puntas con algunos rayos azulados que destacaban a la luz del sol. Con un vestido azul largo que le llegaba hasta las espinillas, un abrigo blanco encima y abierto; a juego con unas botas de tacón bajo. Sus muñecas se encontraban descubiertas, permitiendo apreciar las diferentes colecciones de pulseras que lucía con alegría y orgullo. De estatura mediana y piel pálida, pero con el característico sonrojo sobre sus mejillas.

—¿Por qué tan insistente? — preguntó con enojo, sin quitarle la mirada de encima.

—Oh, yo... — empezó a hablar nerviosamente, desviando su mirada castaña a los envases de cristal que traía en sus brazos. — Traje algo de comida. — expresó rápidamente, mientras le extendía la comida con inusual rapidez.

—No quiero. — fue su simple respuesta, dispuesto a cerrar la puerta.

—¡Espera! — atravesó la pierna derecha antes de quedar por fuera sin cumplir con su misión.

—No tengo tu tiempo. — dijo con molestia.

—Lo sé. — reconoció apenada.

—¿Entonces? — preguntó impacientes, al ver a la joven dubitativa.

—Solo recíbeme, ¿sí? — pidió, con la voz tranquila, mientras enfocaba sus ojos en los ojos color ámbar. Había tantos sentimientos en las lagunas castañas femeninas. Temor, ansiedad, preocupación, arrepentimiento. Los labios sonrosados temblaban en lo que parecía una sonrisa triste.

—¿Por qué tanta comida? ¿No puedes traerme a diario? — aquellas palabras la hicieron sobresaltar, y esto impresionó al joven.

—Es que... — empezó a hablar sin desviar la mirada, tragando fuerte y mordiendo sus labios con suavidad. — Estoy pensando volver al trabajo a partir de mañana. — anunció. — Y creo que no podré traerte la comida con tanta frecuencia.

—No soy alguien de quien debas preocuparte... — comentó con indiferencia, recibiendo los diferentes recipientes con alimentos.

—Se lo prometí a tu madre, Inuyasha. — recordó con simpleza haciendo que el joven gruñera.

—No soy un niño, Kagome. — respondió a la defensiva. — No necesito que me cuides. — agregó, notando como la expresión de la joven decaía.

—Lo sé, lo sé. — dijo, caminado hacia atrás, alejándose del lugar donde se encontraba él. — Adiós, Inuyasha. — susurró, para luego darle la espalda y salir de su vista.

[...]

Uno, dos y tres. No debía contar demasiado para ver cómo se arrepentía de subir al bus. Aún con su traje ejecutivo y su bien realizado maquillaje, la inseguridad y el miedo irradiaba por cada uno de sus poros femeninos. Incluso podía jurar que tenía un gran letrero sobre su cuerpo que decía "tierra, trágame". Varias personas la observaban con extrañeza y algunos hasta la insultaban ante la exasperación causada por sus movimientos nerviosos. Nuevamente un bus arribaba a la parada y ella se animaba para tomarlo, pero, ya cansado de su actitud infantil, se acercó a su lado de forma sigilosa.

Casi te pierdo.Where stories live. Discover now