Culpas parte 2

1.3K 60 6
                                    

Corriendo a toda velocidad como sólo él sabe hacer, Inuyasha llegó a la casa de Aome. Subió por las paredes hacia su ventana y se adentró en su habitación, esperando encontrarla dormida en su cama como varias veces había pasado, pero nada. Se dio con que no estaba allí. Su cama estaba en perfectas condiciones, como si nadie la hubiese tocado.

Dónde estás, Aome... pensó, cada vez más preso de la preocupación. Caminó sigilosamente por la casa, sólo para ver que su familia estaba durmiendo pero no habían rastros de ella. Definitivamente, no había regresado a su época - Demonios, Aome, me las pagarás - dijo enojado, pero ese enojo sólo era para cubrir el miedo que sentía de que a ella le haya pasado algo. Sin pensarlo más, salió de allí.

- ¡AOME! ¿¡DÓNDE ESTÁS!? - gritaba el joven híbrido mientras corria por el bosque. Se adentró aun más, intentando rastrear su olor, pero hasta ese momento no había percibido nada. Cada minuto que pasaba, para él era una eternidad. Cada minuto perdido podía significar perder a Aome para siempre si es que estaba en peligro. No había pasado ni un día de haber perdido a Kikyo, y ahora no encontraba a Aome. Salía de una y entraba en otra, se las daba de fuerte pero por momentos sentía que ya no lo soportaba más. Sólo deseaba encontrarla, disculparse, y decirle cómo se sentía. Rogaba que esté a salvo, o al menos encontrarla a tiempo...

- Por favor, Aome... - rogó, su voz sonaba quebrada. Paró por unos momentos y ahí fue cuando logró percibir su olor - ¿Aome? - preguntó exaltado. Decidió seguirlo. A medida que avanzaba, su aroma se volvía más fuerte. ¡Se estaba acercando!

- AOME! - gritó, con la esperanza de que ella pudiera escucharlo y responder. Pero nada. De pronto, se topó con una planta gigante. De allí venía el aroma de Aome, pero... ¿Por qué desde una planta? La miró de arriba abajo sin notar algo extraño. Era muchos metros más alta que él, así que subió un par de árboles para aproximarse a la cima. Y allí fue cuando encontró a Aome dentro de una cápsula negra que estaba conectada a la planta. De su pecho salía una raiz que estaba succionando la sangre de la joven, y con ello la planta se alimentaba, pero mientras tanto, ella moría. El corazón de Inuyasha dio un vuelco al encontrarla así y al temer lo peor. Su rostro palideció y formó una expresión de preocupación y sorpresa.

- AOME! RESISTE! - gritó, desenvainando a Colmillo de Acero - ¡VIENTO CORTANTE! - gritó mientras un poderoso haz de luz, con una potente fuerza abría todo a su paso, destruyendo la conexión de la planta con Aome, y a la planta en sí, partiéndola a la mitad. La gran planta cayó al suelo, generando un estruendo, y la joven de rostro pálido quedó liberada de la cápsula, pero comenzó a caer - AOME! - gritó Inuyasha, y saltó rápidamente para atraparla en sus brazos. Bajó al suelo con ella, sosteniéndola. La miraba preocupado, deseando y rogando que no fuese demasiado tarde.

- Aome... Aome, por favor, abre los ojos. Aome! - rogaba mientras la movía. La notaba pálida, fría. En sus ojos aun rondaban sus lágrimas. - Por favor, no tú... no tú... - susurraba, mientras colocaba su rostro sobre la cabeza de ella.

- Inu... yasha? - susurró ella, con una voz aun más debil que antes. Intentó abrir sus ojos, y esta vez ya no había oscuridad, sino que alli estaba el rostro de a quien tanto ella esperaba. Esos ojos ámbar la miraban con miedo y a la vez alivio de verla despertar. Escuchar su voz fue para Inuyasha como si le hubiesen reanimado el corazón.

- Aome... - dijo emocionado, y la abrazó. La joven cerró sus ojos, aliviada, por fin en los brazos de a quien ella más amaba.

- Inuyasha... - suspiró.

- No vuelvas a hacerme esto, Aome. No vuelvas a irte así... por favor. Creí que... - y antes de que su voz siga quebrándose, la abrazó aun mas fuerte.

- Lo siento... - susurró suavemente, mientras colocaba su mano en el pecho de Inuyasha y cerraba sus ojos. Él entonces dejó de abrazarla para ver cómo estaba. Dirigió su mirada a su pecho, donde estaba la herida que le había causado la planta - Aome, estás sangrando... - se exaltó, preocupado. Cortó rápidamente un pedazo de su túnica y la colocó, presionando sobre ella. - Resiste, te llevaré de vuelta a la cabaña - Diciendo esto, la levantó y se la llevó a toda prisa.

Más tarde...

La joven de largo cabello negro se encontraba recostada en el futón de la cabaña. El fuego de la fogata iluminaba su rostro ténuemente, y con gran calidez. Tenía una venda que cubría su herida, y estaba tapada con una sábana. Estaba descansando, mientras Inuyasha la veia dormir. Discúlpame, Aome... Discúlpame por haberte descuidado una vez más... se maldijo a sí mismo, mientras fruncía el ceño. Luego la miró. Lucía tan dulce, tan débil, tan tranquila. No pudo evitar el impulso de llevar su mano a su cabeza y acariciar su cabello. Se sentía culpable de que ella estuviera así. Si él nunca hubiese dicho esas cosas, probablemente ella no hubiese escapado de él. Se sentía estúpido, porque en el fondo él sabía que esas palabras que escupió no eran más que producto de la furia e impotencia de la reciente pérdida, pero él sabía, más que nadie, que hacía mucho tiempo ya que Aome se había vuelto lo más importante en su vida. De todas formas, tras esta acción, Aome comenzó a abrir sus ojos. Las mejillas de Inuyasha se enrojecieron, lo que provocó que sacase su mano de allí. - Aome? - preguntó preocupado, acercándose aun más hacia ella.

- Inuyasha... - susurró ella, abriendo los ojos por completo. Ya se dio cuenta que se encontraba a salvo.

- ¿Cómo te sientes? ¿Estás mejor? – el híbrido sentía la necesidad de llenarla de preguntas en cuanto a su estado, pero hizo el esfuerzo por contenerse.

- Sí... gracias... ¿Qué- qué me sucedió? - preguntó desconcertada.

- Una planta chupasangre seguramente te desmayó con su olor. Estaba alimentándose de ti, pero la detuve a tiempo - Explicó el joven de ojos ámbar.

- Oh... lo siento, Inuyasha. No debí irme así. Sabía que era peligroso andar en el bosque a estas horas y-

- No, Aome. Es mí culpa. Yo debí haber ido detrás de ti y nada de esto te hubiera pasado - Dijo, apenado. No quería pensar en qué hubiese ocurrido si hubiese llegado tarde.

- No... si yo no hubiese ido a atacarte con mis cuestionamientos nada de esto hubiera pasado. Soy una tonta, lo lamento... - se disculpó la joven, dirigiendo su mirada hacia otro lado, le daba pena tan solo mirarlo.

- Aome - Inuyasha tomó su rostro para que ella lo mirara. Aome sintió como el rojo se apoderaba de sus mejillas al tacto del hanyô - Fui muy duro contigo. Las cosas que dije... no debí...- hizo una pausa - Tu hiciste un gran trabajo. Fuiste quien purificó el alma de Kikyo. Gracias a ti, ella murió en paz - al decir esto, los ojos de Aome se abrieron en sorpresa, casi sin creer lo que estaba escuchando - Eres lo más importante que tengo. Quiero que sepas eso... Y que jamás lo dudes. Sé que ella no está mas. Sé que te dolió lo que viste... pero yo sabía que ese era el adiós. Kikyo ya murió hace tiempo, mucho tiempo, y lo acepto... lo acepté - No sabía de dónde él mismo sacaba las fuerzas y el impulso para decir estas cosas, pero se sinceró como pocas veces ocurre. Inuyasha ya lo venía sintiendo hace mucho. Su unión con Kikyo se daba más que nada por la culpa que él sentía por haber sido engañado. Y el dolor que sentía ahora también era producto de esa culpa, por no haber podido salvarla otra vez. Pero... ¿Amor? De haberla amado, habría ido tras ella hace mucho, pero de quien siempre anduvo detrás fue de la dueña de esos ojos chocolate que estaban allí, frente a él. El corazón de Aome comenzó a palpitar aun más fuerte, sus mejillas hacían juego con la túnica del híbrido. Intentaba no llorar, no en un momento como este.

- Pero lo que no acepto es perderte a ti, Aome. Tú no tendrás el mismo destino. Jamás lo permitiré - Dijo el joven Inuyasha, mirándola lo más sinceramente posible. - Inuyasha... - sollozó Aome, levantándose para abrazarlo con fuerza. Él le devolvió el abrazo, cerrando sus ojos. No había duda, ellos se pertenecían entre ellos. Aome ahora había olvidado todo el dolor que había sentido en esa noche. Todo lo que escuchó ahora fue más que suficiente para volver a sentirse en tierra firme.

Gracias, Inuyasha... pensó, dejando ir una pequeña sonrisa, apretando aun con más fuerza sus dedos sobre la espalda del hanyô.

Casi te pierdo.Where stories live. Discover now