Shirushi Parte 3

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Shirushi

By InnerAngel

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-o- c3 / seré tuyo…

Las noches eran más largas que los días en esa época del año, y las bajas temperaturas transmitían, además de frío, una sensación similar a la de un mundo que se congela y desacelera su marcha. Los movimientos se ralentizan y los minutos parecen hacerse más largos. Todo permanece detenido, pero en alerta; como a la expectativa del movimiento de aquello que rehúsa a morir.

El mundo es hermoso en otoño, porque se convierte en un cuadro que se seca lentamente e imprime su belleza imperecedera en la retina de quien sabe dónde mirar. Un mundo que muere, y se apaga. Un mundo que luego renace de sí mismo con fuerzas renovadas.

A Inuyasha le gustaba esa idea.

Muerte y final. Renovación y renacimiento.

Para un yokai la vida y la muerte significaban exactamente lo mismo, pues no existía la una sin la otra. Para construir y continuar se debe destruir y desechar. Ese era el intercambio natural de la vida, de la evolución.

En su experiencia, la muerte a su alrededor siempre había resultado una situación dolorosa, cierto, pero totalmente renovadora a la vez, de la cual siempre había surgido al final como el vencedor. Más fuerte que antes. Mucho más preparado. Sin embargo, ese dolor permanecía fresco en su memoria, debido esencialmente a su parte humana que hacía de sus sentimientos algo mucho más intenso que aquellos de un yokai puro.

Por eso siempre había visto su humanidad como su gran debilidad.

Ahora comprendía bien que era precisamente esa humanidad la que lo hacía más fuerte.

La que le permitía sentir la necesidad de proteger aquello que se quiere sin importar las consecuencias.

La que le permitía amar intensamente a Kagome.

La joven en sus brazos se movió ligeramente, como en respuesta a sus pensamientos. Apenas unos segundos luego de que el hanyo forzara su sumisión, las piernas de Kagome habían cedido bajo el peso de su propio cuerpo. Tan intensas eran las emociones que simplemente su mente se cerró y su sobrecargado organismo, incapaz de soportar más el estrés de sus propios sentimientos, se apagó.

La neblina comenzaba a disiparse ahora que el día anunciaba en el horizonte su llegada y el frío comenzaba a ceder. Inuyasha se reacomodó contra el tronco del árbol que les dio albergue en una de sus ramas más elevadas y cómodas. Con Kagome de espaldas contra su pecho el hanyo la envolvió en el calor de su hitoe, abrazándola con fuerza entre brazos y piernas para mantenerla segura y caliente.

Claro, era más fácil decirlo que hacerlo, pues Kagome como de costumbre no se estuvo quieta en toda la noche; murmurando entre dientes y batiéndose de un lado a otro entre sueños. Dos veces se encontró a punto de caer cuando sus pensamientos lo distraían demasiado de los movimientos repentinos que la sacudían. Habiendo sido testigo del aumento exponencial de su sueño irregular con el transcurso de los años, eso no le sorprendió en lo más mínimo. Con todo lo que habían vivido juntos luchando por sobrevivir mientras veían sufrir y morir a otros a su alrededor, era natural que un simple humano quedara atrapado en un mundo de pesadillas permanente.

Kagome era fuerte, cierto, y había que reconocerle su constancia y compromiso, luchando valientemente contra toda adversidad sin rendirse jamás, sin ceder un milímetro en su empeño. Pero también era evidente que a pesar de toda esa fuerza su alma era en esencia humana y por tanto muy sensible. Así que ya comenzaba a resentir todo el peso del dolor que había sido grabado a fuego en su memoria y en su espíritu.

Casi te pierdo.Where stories live. Discover now