1- Fuerzas.

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Valentina

Ya han pasado casi tres meses desde el accidente de Rafael, desde entonces nada ha sido igual, ninguno de nosotros ha vuelto a ser igual, todos extrañamos a Rafael, todos pensamos en él todo el tiempo y más cuando estábamos en su casa, cada centímetro de ella nos recordaba a él, por esa misma razón cada quién se fue a su casa. Gustavo, quién no me dejaba sola y siempre me apoyaba con los niños, y yo nos vinimos a mi departamento.

Él también está muy mal, aunque cuando estamos con los niños, ambos sonreímos, jugamos y aparentamos ser felices, la verdad es que cuando estamos solos, cada quién por su lado, nos pegan muy fuerte los recuerdos. Rafael era maravilloso como padre, amigo, hermano, novio, esposo y como persona; por esa razón es que nos duele tanto, porque dejó una huella indeleble tanto en nuestras vidas como en nuestros corazones, es imposible de olvidar y no es que queramos hacerlo, pero también se nos hace imposible aprender a sobrellevarlo.

Yo todas las noches y todas las mañanas que siento que no podré más sin él, veo nuestros vídeos juntos y eso me da fuerzas para seguir, por supuesto mis hijos también lo hacen, pero el ver a Rafael, aunque sea a través de una pantalla sonriendo, me hace muy feliz, aún sabiendo que será la única forma en que lo veré.

-Ya llegué -Gustavo volvió de la casa de uno de sus amigos.

-Hola, mi niño -besé su mejilla-. ¿Cómo te fue? -su cara me dice que no muy bien.

-He tenido días peores -suspiró.

-¿Qué pasó ahora? -negó y sus ojos se llenaron de lágrimas, las cuales no tardaron mucho en salir como una cascada.

-Lo extraño mucho, me hace demasiada falta -lo abracé-. Me duele enviarle mensajes, esperando que los responda y luego darme cuenta de que nunca lo hará.

-Te entiendo -sin poder evitarlo también empecé a llorar- y sé que esto no es fácil, pero el tiempo nos enseñará a vivir con ello y su recuerdo nos dará fuerzas.

-Lo sé, lo sé, pero aún así me duele demasiado, porque yo lo quiero mucho, él fue y siempre será el padre que yo quería tener.

-Y tú siempre serás nuestro primer hijo, nuestro niño loco -sonreí un poco y también intentó hacerlo-. Vamos a ser fuertes, ¿sí?

-Te prometo que así será, porque debo cuidarlos, a ti, a las niñas, a Benja y a tu bebé; que aunque odie a su padre, a él lo quiero porque es tuyo -lo abracé.

-Gracias, mi amor -besé su mejilla-. Ve a lavarte las manos para que cenemos -asintió y se fue. El intercomunicador sonó y fui para responder-. ¿Quién es?

-Soy Octavio, ¿puedo pasar? -suspiré y eché mi cabeza hacia atrás.

-Pasa -casi todos los días venía a verme, pero no me gustaba que lo hiciera porque a Tavo le molestaba, pues por su culpa Rafael y yo nos separamos. El sonido del elevador me hizo saber que Octavio ya había llegado.

-Hola -me saludó con un beso en la mejilla-. ¿Cómo te has sentido?

-Bien -asentí-. Pero, ¿qué haces acá?

-Te traje algunas cosas -me mostró una bolsa. Fue hasta la isla y empezó a sacar todo-. Te traje helado de fresa, galletas de chocolate y también traje tus vitaminas -sacó varios potes de helado y varias cajas de galletas.

-Gracias.

-Sé que tienes antojos y quiero complacerte en todo -no voy a negar que se comporta muy bien conmigo y siempre está pendiente, pero aún no logro superar lo que nos hizo a Rafael y a mí-. ¿Ya estás mejor con lo de la muerte de Rafael?

Por ti TodoWhere stories live. Discover now