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《 Mira todas las lágrimas que he derramado. Mira todas las promesas que he guardado...

Te pedí que perdonaras mis pecados. ¿Oh, lo harías por favor? Estoy más que agradecido del tiempo que pasamos. Mi espíritu está en calma. Pongo mi corazón en tus manos... 》

No sé en que momento sucedió. Pero mis rodillas estaban firmemente clavadas en el sillón a cada lado de los muslos del Ale, mientras que él recargaba su cabeza en el respaldo de esté y me besaba cada vez más desesperado. Estaba sobre su cuerpo, con mis dedos jugueteando en su pelo, mientras que una de sus manos abrazaba mi cadera y la otra estaba envuelta en mi nuca, sujetándome contra su boca.

—Dime que me crees rogué, entre besos pausados —Dime que me crees a mí y no a la hueona de la Jazmín —continúe —Dime que te diste cuenta de que solo quiere cagarnos.

El beso se traslado a mi barbilla, eché mi cabeza hacía atrás con mis ojos cerrados. Sintiendo el momento. Absorbiéndolo todo. Sensaciones y sentimientos.

Necesitaba saber que él me creía. Que podíamos fortalecer la confianza una vez más. Pero no me respondió.

—¿Ale? —insistí, entre jadeos. Su lengua acababa de hacer algo en un punto de mi cuello que logró que hasta los dedos de los pies se me encorvaran. Oh mierda. Gemí.

No estas pensando. No estas razonando, culia -exclamaba una parte de mi cerebro.

Solo disfrútalo, ahueona -me decía, la otra parte.

Pero haciendo acopio de todo mi autocontrol, me eché hacía atrás y tomé el pelo del Ale suavemente en mis dedos, impulsando su cabeza para que me mirara a los ojos. Su mirada estaba algo ida. El alcohol estaba en su organismo a pesar de todo. Parpadeó.

Mi pecho se sintió pesado. Otra vez sentía esa sensación tan agridulce, hueón.

—¿No me crees, cierto? —arrugue mis cejas —Sigues creyéndole a ella.

Me miro. Lo mire y me dolió, una vez más. Entonces, me puse de pie. Su mano rápidamente me atrapo, pero no pudo llevarme con su cuerpo. Sus movimientos eran lentos y torpes.

—No... n-no te vayas —llamó.

Estúpidamente mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas. No lo soporte, de nuevo. Quería ignorar las punzadas en mi pecho y los pensamientos tormentosos. Pero la huea era sumamente difícil.

—Alejandro. ¿Por qué estoy aquí?
—interrogué, mirándolo fijamente.

Él se paso las manos por el pelo, nervioso.

—¿Qué?

—¿Por qué cresta estoy aquí, Alejandro? —intenté, acercándome y apuntando su pecho. Su cuerpo se tambaleo.

—Porque el Rigo te llamó... y porque...

Me puse las manos sobre las caderas.

—Estoy aquí porque te amo, hueón. Estoy aquí porque te pongo siempre por delante de mí. Estoy aquí porque estaba más preocupada que la cresta y una parte de mí, me decía que verte me calmaría —mi labio estaba temblando, otra vez —Y sí. No he sido la mejor polola del mundo. La he cagado muchas veces. Te mentí. Te oculte hueas. No fui sincera y si pudiera volver el tiempo atrás y hacer las cosas bien para ti, lo haría. Pero ¡mierda! no puedo. ¡No puedo, hueón! —sollocé
—No puedo hacer las cosas bien ahora. Te hice daño, lo sé. Y lo siento mucho. Pero nunca. Nunca, Ale. Sería capaz de cagarte. Esa foto de mierda que te mostraron, la saco la Jazmín cuando el Joaquín me dio el beso a la fuerza. Después ella me amenazo y no quería darte más problemas. No quería que sufrieras por eso. Porque me importas más que la chucha y nunca he mentido acerca de lo que siento por ti. Y me duele que no lo veas. Me duele que no veas que cada parte de mi grita por ti. Me duele que no confíes en mí. Me duele que lleguemos a esto —nos apunte a ambos.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now