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Tenía que encontrarte, decirte que te necesito...

...Nadie dijo que iba a ser fácil. Es una vergüenza el separarnos. Nadie dijo nunca que sería así de difícil

Odiaba con cada parte de mi ser estar llorando como hueona. Pero no podía evitarlo. El miedo previo, la escena anterior y esa furia que nunca antes había visto en el Alejandro, me tenían completamente descolocada. Las lagrimas caían en silencio por mis mejillas y comencé a temblar debido al frío. Fue entonces cuando me di cuenta que estaba afuera del hotel con mis brazos desnudos.

—¡Tamara!

Me gire para ver al Ale en la entrada del hotel mirando a ambos lados. Frente a nosotros había varios autos y las personas seguían llegando. Me arrincone bajando mi vista. Él me vio y sus pasos fueron rápidos. Llegó en menos de un segundo a mi lado.

—Tamy... ¿estai bien? —murmuró, completamente preocupado. En sus manos traía mi casaca de cuero y no dudo en envolverme en ella. —¿Ese hueón te hizo algo que no vi?

Mi barbilla tembló. Lo mire de pie a mi lado. En su rostro se notaba el temor a mi reacción. Pase saliva.

—Háblame, cachetitos... —se acercó a mí, pero di un paso atrás.

—¿Por qué no paraste? —interrogué, con la voz rota.

El Ale frunció sus cejas, mirándome directo a los ojos.

—¿Por qué no paraste cuando te lo pedí? —articulé, abrazándome los codos. En un intento por darme calor.

—¿Qué? —separo sus labios, y apunto dentro del hotel —Tamara, ese hueón se estaba pasando de listo contigo.

Cerré mi casaca con fuerza, negando repetidas veces con mi cabeza.

—Sí, pero no tenías por qué pegarle de esa manera.

El Alejandro parecía incrédulo. Me miro con una cara de: ¿Estai loca?

—¿Lo estas defendiendo? ¿Te estas escuchando, Tamara? —cuestionó, negando en decepción —Ese hueón perfectamente pudiese haber abusado de ti y nadie se hubiera dado cuenta. Los chiquillos estaban en su mundo. No seas tonta, por favor —entorno sus ojos, poniendo las manos en sus caderas.

¿Abusar de mí? Onda, el culiao se estaba pasando de la raya... pero abusar. ¿No es muy grave esa palabra?

Toquetearte sin tu consentimiento ya es abuso -murmuró mi subconsciente, completamente decepcionado.

Alcé mis brazos al cielo.

—¡Podrías haberlo matado, Alejandro! —chillé, recordando como él le pegaba al pelirrojo sin control y como mi amigo le había gritado —El hueón no se podía defender. Estaba casi inconsciente. ¡Tú no parabas! ¿Qué mierda te pasa? Y no me digas alaraca porque sabes que es verdad.

El Ale dio un paso atrás, frunciendo sus labios. Respiro con fuerza.

—Estaba furioso, Tamara. Ese culiao te estaba tocando y tú necesitabas ayuda. ¿Me culpas por querer ayudarte? Eres mi polola, hueón. —se apuntó a sí mismo, acercándose de nuevo a mí
—¿Querías que me quedara sentado viendo como ese hueón te ponía todo el pico encima y te toqueteara cuando tú decías qué no?

Mi labio tembló. Él tenia razón. Pero me dolía el corazón recordar como se descontroló. Me dolía que el Ale estuviera ocultándome cosas, porque sabía con certeza que una huea pasaba, pero no me decía nada.

—Está bien que me ayudaras, hueón.
—asentí, buscando sus ojos negros
—Pero le pegaste demasiado. No parabas. Esa es la huea que me tiene mal. Es como si fueses otra persona.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now