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Temía que el Ale en cualquier momento se convirtiera en un lobo rabioso y arrasara con todo a su paso. Por la manera en que observaba a su papá estaba segura de que estaba haciendo acopio de todo su autocontrol.

El hombre mayor se alzaba en todo su porte, con sus anchos hombros en una pose alerta, sus ojos como hielo nos miraban de una manera intimidante.

—Esa “niñita” como tú dices, es mi polola. Y no te importa que es lo que hace aquí. —le respondió el Ale, cuando su papá me miraba casi con asco.

¿Qué chucha este caballero, hueón? ¿Por qué se empeñaba en tratarme como las pelotas? Me estaba empezando a choriar más que la mierda. No, de hecho, ya estaba lo suficientemente choriada como para mandarlo a la cresta.

—¡¿Tu polola?! —casi gritó el hombre mayor, con una risa seca —Ya hablamos esa mierda, Alejandro. Sino quieres que cumpla lo que te dije, sácala inmediatamente de aquí y vamos hablar luego de tus arrebatos de pendejo —lo amenazó.

La rabia fluyo por mis venas. Las mejillas me quemaron con potencia y la adrenalina estaba comenzando a acumularse en mi estómago.

—¡No le hablé así! Déjese de amenazas. ¿Cómo puede vivir así? —pregunté, llena de cólera. Mis dientes se apretaron porque no quería perder el poco respeto que me quedaba por ese caballero. Si algo me enseñaron mis papás es que les debía respeto a todas las personas…. Pero ese hombre…. conchesumare, era insoportable.

—Tú te callas, cabra chica. —respondió él, con ese odio que lo caracterizaba. Sus hombros se cuadraron y su quijada se tensó. De la misma manera en que el Ale tensaba su mandíbula cuando estaba furioso. —No sé qué haces aquí arrastrándote por mi hijo. ¿No te quedo claro acaso que no te queremos cerca de él? ¿Eres tonta? ¿Tan poca cosa eres que tuviste el valor de venir a buscarlo?

Entonces, ni siquiera tuve tiempo de procesar lo que me estaba diciendo porque el Ale perdió la compostura. Antes de darme cuenta estaba a solo centímetros de su papá y su dedo apunto fuertemente su pecho. La altura del Ale era intimidante, pero su papá era la copia mayor. Por lo tanto, ver a ambos enfrentados me puso los pelos de punta. La fiereza en los ojos del Ale, me helo la sangre. Y luego las palabras de su papá se asentaron en mi cerebro y me sentí a punto de estallar.

—¡Cállate! No tienes ningún maldito derecho a decirle esas hueas. Ella está aquí porque la quiero aquí conmigo. Porque la necesito. La necesito más que a ustedes que la única huea que hacen es desgraciarme la vida. ¡Así que no vuelvas a insultarla o no respondo! —gritó mi pololo, desafiándolo con sus ojos. Con su postura. Con todo su cuerpo que desprendía fuego puro.

La humillación si filtro por cada poro de mi cuerpo. ¿Ese viejo me había dicho “poca cosa”? ¡Qué mierda se creía!

Me acerqué a ellos y con mi voz sumamente dura, hablé:

—Usted no tiene ningún derecho de humillarme de esa manera, caballero. —intente de tragarme la rabia, pero ya era algo insoportable —Usted es… despreciable. Sobre todo, con lo que trata de hacerle al Ale y…

No pude terminar, porque la palma de él impacto en la mejilla de su hijo. La cara del Ale se giró con un sonido estruendoso y a mí la rabia me ahogo. Me fui encima de su papá, para separarlo del Ale, para empujarlo… no sé con qué intenciones, pero la mano del hombre que quería, se envolvió en mi cintura, deteniéndome por completo.

—¡Eres un mocoso sin respeto, Alejandro! Pero ya voy a comenzar a doblegarte como debería haberlo hecho hace mucho tiempo.

Los ojos oscuros del papá del Ale estaban llenos de rencor y amenazas.
Ya no podía soportar esta mierda. El Ale aun no me soltaba, y el Eduardo -sí, ahora lo iba a llamar por su nombre- nos miraba como si quisiese quemarnos con sus ojos. Como si el vernos arder ante él fuera algo invaluable.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum