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—¡Conchetumare, esta semana salimos de vacaciones!

Levanté mi cabeza, cuando el Tomy entro a la sala gritando cagao de la risa. Agarro al Oscar -uno de nuestros compañeros-, por los hombros y lo zarandeo con fuerza.

—¡Oscar culiao, esta semana salimos de vacaciones! —le dijo, sonriendo como hueón y apretando sus puños frente a él. Me recordó al meme de Bob Esponja. El Oscar lo miro con pánico y simplemente salió de la sala. Yo me reí, mirando la escena. Solo el Tomás era capaz de llegar feliz un lunes por la mañana.

—¡Hola, mi vida! —me saludo, con un gran beso en la mejilla y un abrazo. Mientras que tiraba su mochila en nuestro puesto.

—¿Te toco pico, cierto? —bromee, correspondiendo su abrazo.

Él entorno los ojos, dejándose caer en su silla de forma despreocupada, aunque completamente indignado.

—Lamentablemente no me tocó pico. Conocí a la familia de mi pololo y estuve terminando los trabajos culiaos. Así que no —informo, metiendo su mano en la mochila y sacando su labial de brillo protector. —Estoy feliz porque tendremos dos ricas semanitas de vacaciones.

Deje caer mi cabeza en la mesa, mirándolo arreglarse y sonreírle a su reflejo.

—A mí tampoco me tocó pico —confesé, haciendo puchero. —¿Cómo estuvo lo de conocer a tus suegros?

Mi amigo giro su cuello como el exorcista. Me reí.

—¿En serio? Pensé que una vez que lo probarai te la pasaríai arriba de la huea. Y me fue bien. Ellos me amaron.

Lo empuje con fuerza, mientras él se cago de la risa.

—Ah culiao. —suspire —Y me alegro que te hayan amado—sonreí.

La verdad es que el sábado solo estuve a solas con el Ale un rato cuando llegué y almorzamos, porque después su abuelo se quedó con nosotros hasta tarde. No me quejaba, él me había caído la raja. Pero mi diablita interior quería un poquis del Ale. Y sabía que él también quería sal. Ah la huea. El domingo no lo vi, porque mi papá nos invitó a mi mamá y a mí, a comer al mall y llegamos tarde a la casa. Así que hasta ahí quedo nuestra interacción.

—¿Y qué harás de weno en tus vacas, amiga? —me preguntó, ahora peinándose las cejas.

Yo apoye la mejilla en mi mano. No tenía ninguna huea planeada. El abuelo del Ale, nos había mencionado lo de las cabañas, pero no era nada seguro.

—Eeeh, nah sé —murmuré, encogiendo un hombro —Ver series, comer, dormir... ¿existir?

El Tomy me miro, indignado.

—Me niego a ver cómo te hundes en la miseria. ¡Tenemos que salir, po!

—El fin de semana conocí al abuelito del Ale. Él le dijo que si queríamos podíamos ir a unas cabañas que tiene en Chillán. Allá hay nieve en esta época —le conté, escuchando el timbre y sentándome bien. Mis compañeros empezaron a entrarse con sus caras llenas de paja. Aunque algunos eran la excepción como el Tomy, que entraban más animados.

—¿En serio? Oh hueón, la raja. ¡Vamos, po! —se emocionó.

—Yo creo que en el recreo el Ale va a decirles. Pero no sé si es seguro, por los dramas que tiene con su familia. No quiere alejarse mucho de su mamá, tampoco. —comenté.

Mire por la ventana que daba al pasillo y precisamente venía pasando el Ale. Me mordí el labio al verlo con su polerón del cuarto A y el buzo del liceo. Papazongo. Él me sonrío, tirándome un beso justo en el momento en que la profe llegaba a mi sala. Le devolví la sonrisa. Él saludo con su mano al Tomy y desapareció de mi vista.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now