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—¿Qué huea queri, hueona por la chucha? A voh te encanta andarme huebiando —hablé, cuando la Jazmín continuo parada al lado de la puerta del wáter.

Ella sonrío con amargura. Dejó su mochila en el suelo y se acercó al espejo mirándose como diciendo “soy la culia más rica y todos lo saben”.

—No me interesai voh, Tamara. Pero te vai a quedar a escucharme, porque tengo que decirte una huea sobre el Ale —respondió, como si nada.

Yo crucé los brazos sobre mis pechugas, mirándola con burla.

Esta hueona no podía con sus celos. La olía a leguas.

—La huea que a ti te pasa, Jazmín. Es que te gusta el Alejandro y no aguantai que él quiera estar conmigo —dije, con voz tranquila.

Ella se dio la vuelta para mirarme. Alzo su barbilla y cuadro sus hombros, como si la estuviese atacando.

—No voy a negarte esa huea y me importa un reverendo pico lo que pensi al respecto. El Ale está contigo porque no sabe lo que le conviene.

Yo me reí. Negué con la cabeza, sin poder creerme la huea. ¿En serio tenía que recurrir a eso?

—¿Y que es lo que le conviene según tú? ¿Estar contigo?

La Jazmín asintió. La rabia creció en mi organismo.

—No lo creo, hueona. Lo sé. Yo conozco al Ale hace casi cuatro años. Estoy segura que soy la única que sabe por todo lo que le ha tocado pasar.

Fruncí las cejas. Ella se acercó a mí.

¿El Ale le había contado todo? Que chucha…

Miré el suelo, pensando en lo que acababa de decirme. Él le tenía demasiado confianza, si lo que la Jazmín acaba de decirme es verdad.

—¿Sabí por qué tú no le conveni? —interrogó, apuntándome con su dedo índice —Porque eres una hueona que no lo conoce bien y si llegas a hacerlo vai a salir corriendo de una cuando él se deje ver.

Con eso llegó a mi limite. Me enderece, avanzando hacia ella. Poniéndome a centímetros de su anatomía para hacerle saber que no me intimidaba una mierda.

—Deja de hablar como si estuvieses en la cabeza de él, hueona loca. Yo sé por lo que le ha tocado pasar y… —comencé.

Carraspeo con una risa.

—Te apuesto que la única huea que sabí es lo del Armando… —interrumpió.

Mierda. Me callé.

Ella me lanzó una última mirada llena de cólera y se separó de mí. Agarró su mochila, pasándome de largo.

—Al final el Ale se va a dar cuenta que voh no eri lo que necesita y cuando eso pasé, no digai que no te advertí, Tamara. —se dio la vuelta para hablarme, mirándome una última vez —Y una huea más… El Armando no es el único que tiene problemas. No es el único que necesito ayuda psicológica. 

Entonces, se fue. Y yo quedé helada.

Me dejó ahí, llena de interrogantes y con un nudo en la guata que se apretaba ante sus palabras de mierda.

(…)

—¿Vai a ir a tomar desayuno, amiga?

La voz del Tomás me trajo de mis pensamientos cuando lo vi de pie en nuestro puesto. Al parecer habían tocado y yo no me había dado ni cuenta por estar pensando en la huea que me dijo la Jazmín.

¿El Ale tenía más problemas? ¿También necesito ayuda psicológica? ¿Tenía trastornos de personalidad igual que su hermano? Chucha…

—¡Oye, amiga! —gritó el Tomy con voz chillona, desesperándose
—¡Tengo hambre y hoy día hay pan con mantequilla, po!

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now