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Entrar... no entrar. Entrar... no entrar. Entrar... no entrar.

Mi cabeza iba a explotar. El Ale me estaba mirando como si me fuese a amarrar a su cama y al Joaquín como si le fuese a sacar la cabeza.

—¿Qué huea el Ale? Sus miradas ya me sacaron la chucha diez veces
—murmuró el Joaquín, tirando mi mano para que entráramos. Pero mis pies no cooperaban. El Ale salió en dos zancadas y el Rigo poniéndose alerta, lo siguió. Intenté apartar mi mano de la sujeción del rubio y tragué saliva con fuerza.

—Suéltala.

La voz helada del Alejandro, me puso la piel de gallina. El Joaquín se aparto de una, pero frunció su ceño.

—¿Qué onda, Alejandro? —le dijo, mirándolo.

El Ale se alzo en toda su altura de kilometro ah y se puso a su frente. El Rigo lo miro como diciendo: Que Dios te acompañe. Y yo solo podía mirar como la hueona que era.

—Ninguna onda. ¿Qué huea haces con mi polola? —interrogó, recalcando con fuerza la palabra "mí". Por un segundo me molesto, pero estaba en su derecho de pensar hueas. Mucho más si ve que el otro cabro me tenía sujetada de la mano.

—¿Tu polola? —se río el Joaco.

Ay hueón, no invoques un demonio sino podrás volverlo a su infierno -pensé.

—Sí, hueón. Mi polola. ¿Qué haces con ella? ¿Y agarrándole la mano como si fuera tuya? —apunto su pecho, echándolo unos centímetros hacía atrás.

Y reaccione. Caminé los pocos pasos que me faltaban para alcanzarlos y me interpuse entre ellos. Al Rigo solo le faltaban las palomitas y las lentes 3D, hueón.

—¿Entonces es tuya seguramente?
—siguió el Joaquín.

Puta la huea.

—Solo veníamos a sacar unas fotocopias. Déjense —hablé, mirando al Ale. —El Joaquín es mi amigo, y me lo encontré en el mall.

—No le des explicaciones, Tamy. No tienes porque —interrumpió el Joaco. Y el Ale se le encimo, pero el Rigo alcanzo a sujetarlo.

—Es su polola, hueón. Y tiene todo el derecho de estar enojado. Pero no se pongan hacer un show. —comentó el Rigo. ¿Qué huea este, men?

El Joaquín entreabrió sus labios. Me miro, como no comprendiendo nada.

—¿Volviste con él? Pensé que...

—No pienses ninguna huea, hueón. La Tamara es mi polola. Siempre lo ha sido. Independiente si peleamos o no. No quiero verte cerca de ella. ¿Me escuchaste? —se metió el Ale, y logro llegar hasta él y envolver sus dedos en el inicio de su casaca de cuero.

Por la chucha. No otra vez.

—¡Paren, hueón! —tiré el brazo del Ale, para que lo soltara —Joaco, sorry, se me olvido contarte. Volví con el Ale porque es mi pololo y te dije lo que significaba para mí... Y tú, Ale. Suéltalo. Es mi amigo. Para la huea. —les ordene.

Algunas personas que venían saliendo del ciber, nos miraban y traté de controlar la huea.

La culpa no era del Joaquín, yo no había hablado mucho de mi relación con el Ale, pero era evidente que el hueón era sumamente importante para mí. La huea que no le había aclarado es que estábamos pololeando. ¿Pero y en que momento se lo iba a decir? A penas y volvimos ayer. Tampoco era mi culpa po, hueón. Y ahora el Ale tampoco era culpable por pasarse rollos. Por la mierda.

—Eres un prepotente, Alejandro. La Tamara es mi amiga. Deja de tratarla como si fuera un objeto. Y Tamy, da lo mismo. Es este hueón el que le da color —me tranquilizó el Joaco.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now