45

4.5K 212 42
                                    

—Te escucho —dije, sin despegar mis ojos de la pelirroja.

—¿Podemos ir a tomarnos un café o alguna cosa? Hace frío y ando en auto —me pidió, señalando hacia donde estaba estacionado su auto.

Entrecerré mis ojos. Puta sí, igual hacía más frío que la chucha y hablar aquí en medio de la calle afuera de mi casa no era buena idea. La invitaría a pasar y todo, pero mi mamá cacharía y tendría que contarle porque ella estaba aquí, y nah.

—Déjame avisar.

La Natalie asintió. Entré en la casa de forma rápida. Busqué mi celular y mi billetera. Rogué porque me quedaran cinco lucas. Ni cagando dejaba que ella me pagara el café.

—Mami, una amiga del liceo me vino a buscar. Iremos a tomar un café al mall —mentí a medias.

Mi mamá apareció saliendo de la cocina. Se estaba secando las manos en un mantel.

—Ya pero no tanto rato. Estoy haciendo un queque para que veamos películas marrato.

—¡Ya! —chillé emocionada. Le di un beso en la mejilla y volví a salir.

La Natalie estaba dentro de su auto y me hizo señas para que me subiera a su lado.

—¿Te viniste a vivir a la ciudad?
—pregunté, una vez que me puse el cinturón de seguridad y ella echo andar su auto.

—Sí, convencí a mi papá para que me dejara quedarme con mis abuelos. Quiero estudiar aquí. Lo intenté en Viña, pero no pude. —murmuró, con la vista fija en la calle.

¿Qué intento? ¿Acostumbrarse a vivir allá? ¿O simplemente no pudo olvidar al Armando? Miles de preguntas llegaron a mi cabeza. Pero traté de contenerme para no escupirlas todas y ponerla tan incomoda. Pero la espinita de copuchenta ya se me estaba metiendo por todas partes, ah.

—¿Cuánto tiempo estuviste en Viña?
—continúe, interrogándola.

Debería ser paca, ah.

La Natalia remojo sus labios con la lengua y me lanzó una miradita.

—Tres años… mis papás tienen un hotel allá. En las épocas de verano les va excelente —respondió, orgullosa.

Así que también era cuica. Se notaba.

—¿No te gustaba vivir ahí?

Mis cejas se alzaron. Ella encogió los hombros, tratando de aligerar su respuesta.

—Extrañaba Santiago. Y a mis amigos… —bajó la vista.

Antes de procesarlo, simplemente pregunté:

—¿Estás pololeando?

Luego, quise darme una cachetada en todo el hocico. ¿Qué me importaba a mí, hueón? Weno sí que me importaba, quería saber si estaba interesada en alguno de los hermanos Torres. Una parte paranoica y bélica de mí, rogaba por saber.

Ella sonrío.

—No, Tamara. Y no estoy interesada en el Ale, si es lo que te preocupa. —corto. No sonó de manera pesada, ni a la defensiva. Simplemente fueron palabras tranquilizadoras.

Me avergoncé. Que plancha, hueón.

—No me refería a eso… —mentí, mirando por la ventana. Seguro estaba más roja que la chucha.

—Tranquila. Yo también creería eso si aparece una mina de repente pidiéndote hablar del Ale y el Armando. Pero no tienes que preocuparte. Con el Ale solo fuimos algo como amigos. Creo que ni eso. Él solo me presto ayuda una vez —habló, estacionándose afuera del mall.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now