27

7K 333 38
                                    


Alejandro:

Yo no comprendía ninguna huea. ¿Qué mierda hacía el Armando aquí? ¿Por qué mi viejo querría traernos a los dos? Las preguntas estaban llegándome a mil por hora. Mi vista paso de mi papá al Armando y viceversa.

—¿Qué hace el Armando aquí?
—pregunté entredientes, mirando mal a mi viejo. Él nos dio la espalda intentando de relajarse. La paciencia se me estaba yendo a la cresta.

—Yo te explico, hermanito —comenzó a hablar el Armando, con su tono culiao sarcástico de siempre —Este hombre aquí cree que nuestra relación puede arreglarse pasando unos días juntos —se río, caminando hacia el estante donde guardaban el copete. —También, que yo te convenza de estudiar algo que él quiere. Como si a mí me importara una mierda lo que hagas —entorno los ojos, sirviendo dos vasos y caminando hacia mí. Mi papá solo nos observaba expectante. —Y… además quiere que vuelva a tomar pastillas. —me ofreció un vaso, mire su mano con rabia, al cachar que ni cagando iba a aceptar la huea, encogió los hombros y se tragó un vaso primero y después el otro.

Mire a mi viejo con las cejas fruncidas.

—Sabi que esto no va a funcionar. ¿Estai loco?

—Estoy chato de sus peleas de pendejos —respondió mi viejo, con voz dura —Por eso los obligue a venir. Tú, Armando —apunto al hueón —Tú teni que tomar las riendas de tu vida y terminar la carrera, y vas a volver a tomarte las cagas de pastillas porque ya no soporto tus arranques de rabia —después se volteo hacia mí —Y tú, Alejandro. Vai a pensar bien las cosas y me vai a decir de una vez por todas que mierda te pasa por la cabeza. Vai a decidir seguir algo relacionado con los negocios y postularás a las universidades. Estoy hasta la mierda de escuchar a la Andrea quejándose de que no le obedeces. Fin de la discusión.

Entonces, nos dejó ahí como hueones. Aunque antes de irse, agregó algo más:

—Y espero que hagan un esfuerzo y cooperen por las buenas. Porque por las malas no les va a gustar ni chucha.

Luego, se fue hecho una mierda por el pasillo que daba a su caga de oficina.

El Armando entorno los ojos, riéndose. Dejo los vasos encima de la mesa del living y me miró.

—¿Entonces qué, hueón? ¿Lloramos y nos decimos lo mucho que nos queremos o nos sacamos la conchetumare al tiro? —habló.

Yo me puse recto. Lo mire con enojo, enfrentándolo.

—Los dos sabemos que el que va a salir como el hoyo de todo esto no voy a ser yo. No sé que mierda haci aquí —respondi.

Me iba a ir a mi pieza, cuando el Armando volvió a hablar.

—El Eduardo te va a cagar igual como lo hizo conmigo, pendejo. No creaí que la huea te va a salir fácil. Deja de moquear.

Yo negué, con una sonrisa.

—No, hueón. Porque a diferencia de ti, yo si sé pelear por las hueas que quiero. No me voy a quedar estancado como él quiere.

Entonces, subí la escalera y prendí el computador que había en la pieza.
Necesitaba a la Tamara.


Tamara:

El sonido culiao de mi celular me despertó. Me refregué los ojos y caché una llamada entrante de Messenger. El internet se me había quedado prendido y el nombre del Alejandro relucía en la pantalla.
Casi me caigo de la cama cuando agarré mi celular y deslicé mi dedo para contestar.

—¿Ale? —murmure.

—Hola, cachetitos —saludo con su voz ronca.

¡Hueón culiao, me rompiste el choro! #HCMREC 1Where stories live. Discover now